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TESTIMONIO | El día más violento de mi vida

IGNACIO FIGUEROA BOLICHERO

Por: IGNACIO FIGUEROA | Publicado: Jueves 14 de noviembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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IGNACIO FIGUEROA

Aunque el martes había paro nacional, abrimos nuestro boliche para dar almuerzos a quienes anduvieran “a pasos de la Plaza Italia”, lo hacemos hace años.

Abrimos no por oposición al paro, sino por la necesidad de vender un poco para ver si, después de los acontecimientos ocurridos, podemos llegar a pagar los sueldos de fin de mes. Nada más.

Se ve en las noticias que se denigra a la gente haciéndola humillarse para poder atravesar una barricada. En nuestro caso la humillación la hemos tenido que sufrir viendo la destrucción de toda la infraestructura puesta en la terraza.

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Los quitasoles sacados de cuajo y quemados, al igual que nuestro pasto sintético. Los maceteros de cemento convertidos en barricadas.

Con todo, al mediodía, nuestro objetivo era poder vender almuerzos, y como ya no hay turistas en las calles, nuestros sándwiches ya no aluden a características de esa naturaleza, como era la “hamburguesa la gringa rica”, sino a temas más contingentes, como la “chorrillana de la igualdad” o el “plato popular del día”.

Importa también destacar que el boliche ya no se abre en la noche, porque en el último mes hay todos los días mambo (manifestaciones y violencia). Hasta la hora de almuerzo, la cosa está a una “temperatura” razonable, me refiero a que, incluso habiendo disturbios en la Plaza, todavía se puede trabajar en el boliche.

Sin embargo, poco a poco el aire se va enrareciendo, van cambiando los manifestantes, van apareciendo los encapuchados, normalmente llega un blindado de Carabineros que se para casi enfrente y en esos momentos sacamos las mesas de la terraza y seguimos atendiendo, mientras queda gente, en el salón.

Esta situación también, dado los horarios, nos ha obligado a reducir el personal que trabaja con nosotros. Quiero agradecer a cada uno de ellos, especialmente a Carlos.

El martes el mambo empezó más temprano de lo esperado. A las dos de la tarde ya habíamos recogido nuestra terraza callejera. Comenzaron las barricadas, los insultos a la institucionalidad, especialmente a los Carabineros, que ayer no aparecieron en su blindado. Quiero destacar que sin ellos, los manifestantes más violentos bajan el nivel de agresividad, sin embargo su ausencia dio pie para que violaran los cierros de una gran parrilla, La Hacienda Gaucha, y se hiciera una barricada frente a este boliche.

De lo que vi fue carne, cajones de paltas y cerveza que circulaba. Algunos comenzaron a hacer un asado. La consigna que se vociferaba era “el pueblo dónde esta… el pueblo está en la calle haciendo parrilláh…”. Estos sibaritas fueron increpados por otros manifestantes que aparentemente no compartieron esta forma de protesta.

Para avivar el fuego, algunos ingresaron al terreno de la Fundación Violeta Parra y sumaron algunas obras de arte hechas en madera a la barricada.

Conforme iba llegando el ocaso, fue aumentando el grado de descontrol y violencia. Primero vino el incendio de los cimientos de la construcción que hace la Universidad de Chile en lo que era la Facultad de Química y Farmacia donde un manifestante incluso se vio en los altos de la grúa horquilla que esta allí. ¡Anda a saber qué hacía ahí!

Luego vino la destrucción -con galletas de corte de metal- de los cierres del boliche Las Terrazas, que ese mismo día se habían reforzado y comenzaron un incendio.

Con tanta violencia alrededor nuestro, la pregunta que me queda es, y ¿por qué no nosotros? ¿Por qué no se quemó nuestro boliche ayer? Se debió haber quemado, y la única razón que tengo para que eso no haya ocurrido es que la presencia nuestra en el interior sirvió como barrera moral de entrada. No tengo otra explicación, aunque esta tampoco me satisface del todo. Agradezco a mis hijos mayores que hayan estado conmigo en esta situación.

En un minuto llegó un manifestante, aparentemente con sus facultades cognitivas disminuidas, presumo por la ingesta de algún producto específico, con tres heridas provocadas por balines. En ello, llega también una persona con conocimientos médicos y algunos materiales de salud que logra sacarle uno de los tres balines y que lo único que nos exige, mientras prestamos asistencia de luz con nuestros celulares, es que no lo grabemos.

Ya a las 12 de la noche, vimos a un grupo de personas tomando cerveza en una terraza callejera que habían improvisado, sentados en sillas que antes habían sido de la cervecería La Terraza.

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