Tomás Sánchez

Reforma tributaria: ¿Dónde están mis incentivos?

Tomás Sánchez Valenzuela Director ASECH @TomsAwaki

Por: Tomás Sánchez | Publicado: Viernes 24 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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Emprender o no emprender, esa es la cuestión. Y la verdad es que mejor que no. O al menos es lo que el Estado nos deja claro. Si eres un buen profesional, la vida es genial; el sueldo llega seguro a fin de mes, el fin de semana dejas de pensar en pega y, a medida que ganas más, pagas más impuestos.

Pero para emprender algún perno suelto debes tener. Jugar al circo pobre haciendo de todo, días interminables, ansiedad cuando termina el mes, incertidumbre y todo un Estado de trámites con los que lidiar. El socio, además, si te va mal, no se pone; pero cuando las cosas salen bien, seguro llega a cobrar. Y si las cosas no funcionan, linda la deuda con que te vas a quedar.

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Los números de la Casen salieron mal y no es de extrañar. Mientras unos hablan de que, si el país crece, seguro a todos mágicamente les irá mejor (no estoy tan seguro), otros piensan que si les cobran más a las grandes empresas, disminuirá la desigualdad (nivelar para abajo es como hacer trampa en el solitario). La educación claramente es un camino de largo plazo, pero en el corto, la vía es el emprendimiento. Más aún cuando la automatización avanza año a año a vista y paciencia de todos, y nadie se hace cargo de esta realidad. Cualquier intento de capacitación será ridículo en un contexto de cambio difícil de prever, intentando un juego de suma cero en el mercado laboral, en vez de agrandar la torta potenciando la creación de empresas y empleos de la mano de nuevos emprendedores. Lamentablemente, cuando se discute sobre tributación de empresas, con el afán de “cobrar” más a los grandes terminan pagando los chicos. Una gran empresa es como un bono: tiene tal poder de mercado, que simplemente ajustando variables se asegura de cumplir con la rentabilidad exigida por el accionista. Probablemente el aumento en la recaudación lo pagaron miles de consumidores a través de un mayor precio en sus productos. Sin embargo, la carga tributaria la Pyme la siente directo. Es un golpe bajo imposible de eludir. Peor todavía cuando los impuestos se pagan en base a la contabilidad y no en base al flujo.

La cuestión es simple: para promover el emprendimiento hay que poner los incentivos necesarios, no sólo atenuantes tributarias. La integración tributaria es claramente un avance (pagar dos veces es un asalto) y en simplificación hay que seguir avanzando, pero eso sólo equipara la cancha en el largo plazo frente la opción de emplearse. El impuesto a la renta debiera ser progresivo, considerando un descuento adicional en el global complementario para quienes emprendan.

Eso sí es un incentivo para emprender. Uno que hará replantearse a muchos su futuro, haciendo la diferencia en el mercado. Desarrollando uno más competitivo y, a su vez, creando más empleos. Si queremos combatir la desigualdad en un contexto de un mercado laboral cambiante, necesitamos que el Estado diga fuerte y claro que quien emprenda, puede que tenga años duros, pero si los supera, le irá mejor a él y también a la sociedad.

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