Columnistas

Una buena oportunidad

José Antonio Viera-Gallo

  • T+
  • T-

Compartir

Hoy puede ser un día significativo. La Comisión Engel da a conocer su informe para evitar los conflictos de intereses y por la transparencia. La novedad - al menos para los entendidos en el tema - no estará tanto en su contenido como en el significado político que se le atribuya. Efectivamente, la agenda de transparencia proviene de una comisión análoga formada en 1994 por Eduardo Frei, y desde esa fecha todos los gobiernos la han ido actualizando y poniendo en práctica.


Lo verdaderamente relevante será la importancia política que el Gobierno le dé al Informe. Puede ser una simple puesta al día de un temario ya conocido o bien marcar un hito en la vida política nacional y en el actuar del Ejecutivo. Si tenemos en cuenta ciertos antecedentes, pareciera posible que el acto de hoy marque un giro de timón. Así parecen indicarlo la declaración conjunta de todos los partidos políticos relevantes comprometiéndose a asumir sus conclusiones y reconociendo el liderazgo presidencial y la afirmación de la Presidenta ante la prensa nacional, de que será ella, personalmente, la encargada de conducir la implementación de las conclusiones de la comisión.


¿Quién puede dudar que estamos ante un escenario político distinto, marcado por escándalos que han puesto en duda la credibilidad de las instituciones públicas y privadas? La renovación de la vida pública y el correcto desempeño del emprendimiento se han vuelto tareas ineludibles. Hoy copan la agenda noticiosa.

Muchos se sienten desorientados, incluso desanimados, como revela el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD: anhelan cambios, pero no se comprometen activamente con su realización. Desconfían de los principales agentes de transformación: de los actores políticos y de los empresarios, aunque paguen justos por pecadores.


En tales circunstancias, en una crisis en pleno desarrollo mientras los fiscales concluyan sus investigaciones y la justicia se pronuncie sobre las acusaciones que se planteen, el Gobierno debe diseñar una hoja de ruta que tome en cuenta estos hechos nuevos. Parte de su programa ya está realizado, y las reformas que faltan deben llevarse a cabo en un nuevo esquema que tenga como eje la legitimidad de la política y el saneamiento de las instituciones representativas de la democracia, principalmente el Parlamento.


A propósito de esta coyuntura, se ha suscitado un absurdo debate al interior de la Nueva Mayoría entre quienes "defienden las reformas" y quienes son acusados de buscar detenerlas; también se recurre a la contraposición entre "la vieja guardia" de la Concertación y la generación de los 90 de la Nueva Mayoría. Es un modo simple y casi maniqueo de defender un statu quo que la sociedad ha dejado atrás. Todas las encuestas así lo indican. La mejor lealtad con la Presidenta parte por abrir los ojos y prestar atención al sentir ciudadano. Nunca la inercia o el inmovilismo han sido buenos consejeros.


Lo verdaderamente importante es que el Gobierno encabece un esfuerzo nacional por la renovación de nuestras instituciones y la modernización del Estado, que permita a nuestro sistema político responder a los desafíos que enfrenta la democracia en el siglo XXI sancionando una nueva Constitución. Las condiciones están. Existe un consenso suficiente. No hay que dejar pasar la ocasión.

Lo más leído