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Una segunda vuelta al reciente caso SQM

Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial

Por: Paula Valenzuela | Publicado: Jueves 28 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Paula Valenzuela

Sobre la semana en la que Julio Ponce Lerou sería asesor de SQM se ha dicho bastante. “No nos gusta”, afirmó el presidente de la CPC. Es una “mala práctica de gobierno corporativo”, señaló el presidente de la Sofofa. El mercado también reaccionó con una potente baja accionaria cuando se anunció la llegada de Ponce, y un alza significativa cuando se supo que la decisión había sido revocada. Las fluctuaciones ocurridas en las horas posteriores a ambos anuncios fueron de cientos de millones de dólares en el valor de la compañía.

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Las reacciones de empresarios, gremios, autoridades, líderes de opinión y también del mercado fueron prácticamente unánimes. En la otra vereda, la decisión original del directorio de SQM para nombrar como asesor a Ponce también lo fue, pero en la dirección contraria al sentido común expresado por el resto de la sociedad.

Las razones que explican esta sideral diferencia son múltiples y probablemente no llegaremos a conocerlas todas. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que, independiente de la empresa, diferencias así desgastan de manera importante la relación entre una compañía y la sociedad, y entregan una señal negativa acerca de cómo los gobiernos corporativos de las empresas chilenas toman decisiones.

Sobre esto, un gran error es considerar que a las empresas les basta con buscar rentabilidad mientras cumplen con la ley. Ni la situación de SQM ni la mayoría de los casos complejos vividos por grandes empresas chilenas corresponden a materias exclusivamente legales. Son, principalmente, sobre ética y estética. La ética se refiere a principios y valores, y a su coherencia con la acción. Mientras la estética es sobre la coherencia que existe entre esa acción y las expectativas que sobre ella tiene la sociedad. Por esto, lo mejor que puede hacer cualquier organización es tener claros sus principios rectores, ser coherente y consistente en su acción, y tener un conocimiento profundo de la sociedad, así como una sintonía fina con ella.

Entender los contextos en los que se opera debiera ser una tarea prioritaria de los gobiernos corporativos. Y en esto la diversidad de visiones es clave, ya que un directorio homogéneo tiene enormes dificultades para entender a una sociedad que no se le asemeja. Adicionalmente, hoy el riesgo reputacional de las firmas es tan importante como el financiero o el legal, por lo que su análisis y gestión debiera ser también parte de las tareas de los directorios.

Comprendiendo la diversidad, actuando desde la consistencia y la humildad, y buscando estar alineados en alma, propósito y acción con la sociedad, se podrá generar mayor confianza y solidez en los lazos entre empresa y ciudadanía, evitando acciones que distancien en vez de unir. Innegable a estas alturas: este es el único camino hacia la sustentabilidad y la generación de bien social.

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