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VIH

Padre Raúl Hasbún

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 1 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Las políticas públicas para controlar la epidemia de SIDA y detener enfermedades de transmisión sexual como gonorrea y sífilis, han fracasado. En 2015 se confirmaron 4.290 contagios de VIH: para este año se proyectan más de 5.200. A los que hay que agregar los cerca de 10 mil contagiados que no saben que tienen el virus, el 47% de los cuales son jóvenes de entre 13 y 29 años.

Ignorando las evidencias y recomendaciones en favor de priorizar la abstinencia y fidelidad, los organismos públicos han apostado a fiarse del condón. Apuesta fallida por al menos 5 razones. De los potenciales usuarios, algunos no saben (pertenecen al porcentaje de analfabetos que no entienden lo que leen); otros no se acuerdan de que podrían y, según las autoridades, deberían usarlo; no son pocos los que no saben usarlo; a la mayoría no les gusta usarlo; y nadie garantiza que la textura del preservativo, disponible con mayor accesibilidad que el Super Ocho, impedirá que se rompa o filtre la transmisión del temido virus. Peor aún: el mensaje explícito que los jóvenes reciben de sus autoridades es la exaltación absoluta y garantizada de sus derechos, con especial énfasis en su libertad sexual. Quien ose argumentar públicamente en demanda de templanza, continencia y autocontrol en esta materia será condenado al infierno de la estigmatización injuriosa en las redes sociales. Y los Ministerios de Salud y Educación procurarán censurar esas voces “fundamentalistas, conservadoras e inquisitoriales” que invocan el constitucional derecho y deber de los padres de familia de educar a sus hijos en la hoy tan vilipendiada virtud de la castidad. Ya quedó refrendado el deber de confidencialidad para que adolescentes puedan disponer de la píldora del día después sin que sus padres lo sepan; y abierta la puerta para que aborten legalmente , haciendo prevalecer su voluntad.

Inexplicada permanece la contradicción gubernamental en materia de templanza: virtud cardinal, con el mismo rango de la justicia, fortaleza y prudencia. Templanza es el moderado ejercicio y racional satisfacción de los instintos y apetitos básicos del ser humano. Todo el discurso y propaganda oficial se orienta no sólo a recomendar, sino a exigir, mediante leyes fuertemente prohibitivas o restrictivas, la virtud de la templanza en relación con el tabaco, el alcohol, los estupefacientes, los alimentos ricos en sal, azúcar, grasas saturadas y colesterol, la prevención de la obesidad y sedentariedad. Hasta se acuñó el imperativo de “Tolerancia Cero” al conductor intemperante. Sólo cuando se trata del apetito sexual, el que más incide en la gestación de la vida, la expresión del amor y la constitución de la familia, núcleo fundamental de la sociedad, la intemperancia se premia con el título honorífico de libertad sexual.

No se cansen, padres de familia y sus colegios, de exaltar la templanza: es seguro de vida y amor.

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