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Volkswagen. La caída de un gigante

Mario Mora Socio Director Equation Partners

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Los reguladores ambientales de EEUU están acusando a VW de cometer fraude con cientos de miles de autos diésel fabricados por la firma alemana, los cuales tenían un dispositivo instalado que hacía que, cada vez que un vehículo era inspeccionado para medir su nivel de emisión de gases, el test arrojara niveles aceptables. Cuando el test terminaba, el motor volvía a sus niveles normales, los cuales podían ser de hasta 20 veces los niveles permitidos por la regulación de EEUU.

La multa de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU puede llegar a los US$37.000 por vehículo y, considerando que se habla de 482.000 unidades, teóricamente VW podría ser penalizada en US$18.000 millones. Esto, sin contar las demandas que se irán sumando de clientes o inversionistas que se sentirán engañados, y el impacto adicional sobre el negocio financiero de la empresa, el cual, operando como un banco –tomando depósitos y entregando créditos-, mantiene activos por US$190.000 millones. Esta verdadera catástrofe no sólo tiene ribetes económicos que han comprimido groseramente el valor de la compañía (US$33.000 millones menos en las últimas semanas), sino que también impactará para siempre la reputación de confiabilidad y seriedad detrás del sello “Made in Germany”.

Sorprendentemente, expertos de gobierno y analistas de inversión europeos no se muestran tan sorprendidos de que algo así ocurriera, dada la peculiar cultura de gobierno corporativo de Volkswagen. En un país con políticas de cumplimiento corporativo algo flojas, VW ha sido por años una empresa particularmente cuestionada en este aspecto. Su directorio ha sido criticado por la limitada experiencia de sus miembros, y por su falta de diversidad de opinión (17 de los 20 directores son alemanes o austriacos, y entre los accionistas y representantes de los trabajadores se reparten los cupos 50-50).

El anuncio de que el board nombrará chairman a Hans Dieter Poetsch, CFO del Grupo desde el 2003, generará condiciones para más conflictos de intereses, según analistas. Poetsch ha sido un ejecutivo clave en VW por más de 10 años y, según la ley alemana, el comité ejecutivo tiene responsabilidad colectiva sobre las acciones que ejecuta la empresa. Poetsch enfrentará mucha presión para abstenerse cuando el board discuta el rol del top management en esta crisis.

Independientemente de las fallas de control y de integridad general ocurridas en VW, esta situación revela las debilidades de un modelo de gobierno corporativo mucho más orientado a los stakeholders, en todas sus formas, que a los shareholders.

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