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Vueltas en el barro

Antonio Correa Director Ejecutivo de IdeaPaís

Por: Antonio Correa | Publicado: Jueves 29 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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El debate de Chile Vamos movió las más o menos quietas aguas de las primarias de la derecha y no fue, por cierto, un espectáculo placentero. A pesar de ello, el mismo morbo de mirar algo doloroso impedía despegar la mirada. Eso, quizás, explica el festín de estos días de videos y audios del debate circulando por medios de comunicación y redes sociales, como quien busca en YouTube videos de aparatosas caídas y disfruta con ello.

Se dice que el debate fue un desastre y que todos perdieron. Unos dirán que Piñera tenía razón al querer dominar el impulso por aumentar la cantidad de debates porque esto era predecible, aunque no tuvo el suficiente dominio de sí ante comentarios que eran a todas luces previsibles. Otros dirán que ganó Kast, ya que mostró con preguntas y encerronas no ser el delfín de Piñera: algo lo logró embarrar.

La sensación generalizada es que la derecha completa perdió –particularmente dignidad– y que sus candidatos se arrastraron por el barro, para recoger y lanzarlo de unos a otros. Pero el verdadero problema no es para las candidaturas, sino que las señales enviadas el domingo son contradictorias con las que proyectaba el trabajo que se venía haciendo en la derecha por abrir espacios de diálogo y confrontación de ideas. Unir los partidos, convocar independientes y reflexionar en torno a sus ideas, son esfuerzos que quedan en entredicho y, por lo tanto, también su comprensión de la propia crisis.

Estas primarias tienen mucho más de representación teatral que de otra cosa. Ningún candidato ha tenido visión de verdadero estadista: sus miradas siguen fijas en noviembre y no se dan cuenta de la oportunidad de reagruparse cuando el competidor está especialmente débil.

Esta falta de visión es particularmente extraña en dos de los precandidatos: Piñera y Kast. El primero, aún con una inteligencia descollante y la experiencia del primer gobierno a cuesta, no parece interesado en el largo plazo de su sector y, si bien ha mejorado claramente su desempeño, no ha revitalizado su visión política. A pesar de que hay proyectos que buscan ir más allá de los 4 años, aún no se empiezan a armar las bases de un relato político que los articule.

Por otra parte, pareciera que Kast ve la renovación de la derecha en una actualización en los temas culturales centrados en las libertades individuales, que lo sigue enmarcando como una derecha de élite y de nicho. Particularmente contradictoria es su posición en torno a la legalización de la marihuana, pues “ponerse al día” y ser más “auténticamente liberal”, desconoce y pasa por alto la evidencia que existe sobre el daño social que ésta produce. Su discurso será, obviamente, muy atractivo en sectores en que el consumo es recreativo –o sea acomodados–, pero sus consecuencias son nefastas para los más vulnerables.

Por su parte, de Ossandón poco se espera y sigue más preocupado de alegar las zancadillas que le han hecho –hoy o en el pasado–, igual a un jugador que sacan del partido en el minuto: a ratos parece estar en otro lugar.

Lo bueno de las primarias es que hay un alargue –la primera vuelta– y, aunque se desperdició la mejor oportunidad, aún hay tiempo para hacer el gol.

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