Editorial

América Latina y su giro ante Venezuela

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 Imagen foto_00000001l gobierno de Nicolás Maduro ya está pagando los costos diplomáticos de la controvertida elección presidencial del pasado 20 de mayo, calificada de fraudulenta por buena parte de la comunidad internacional.

La asamblea general de la OEA iniciada ayer puede entenderse como la oficialización de un giro regional —con pocas excepciones— desde la seria (pero discreta) alarma, a los más duros cuestionamientos por la aguda crisis política, económica y social que vive Venezuela.

No fue sorpresa que Estados Unidos pidiera suspender a la nación caribeña de este foro mientras no resuelva su déficit democrático —constatado por diversos organismos internacionales, entre ellos la propia OEA—, pero eso nunca había ocurrido en una atmósfera regional crecientemente receptiva a ese mensaje. Los países que conforman el Grupo de Lima, entre ellos Chile, han iniciado una ofensiva diplomática sin precedentes en los 20 años de revolución bolivariana para presionar al gobierno de Maduro a restablecer la normalidad democrática en su país.

De hecho, el Presidente Piñera, rompiendo con la tónica de cuatro administraciones chilenas anteriores —incluyendo la suya—, envió el domingo una carta al secretario general de la OEA por la posible comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela, señalada por el Panel de Expertos Internacionales Independientes. En ese contexto, dice el Mandatario, la acción internacional es crucial “para reclamar la recuperación de la democracia y el respeto a los derechos humanos”.

Durante años, con la aquiescencia de casi todos sus vecinos —y ante la relativa complacencia del anterior secretario general de la OEA—, Caracas descalificó como “injerencia extranjera” cualquier referencia de la comunidad internacional a sus problemas. En vista de la magnitud de la crisis venezolana, hoy devenida en emergencia humanitaria, la región ya no parece dispuesta a seguir aceptando ese argumento. En buena hora.

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