Editorial

Apurar el tranco, mantener el rumbo

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Imagen foto_00000001n años recientes nuestro país se ha embarcado en discusiones de fondo sobre el tipo de sociedad que tenemos y el que queremos tener. Ese proceso es enriquecedor en sí mismo, más allá de si los avances son tan rápidos y profundos como algunos desean.

Por desgracia, la tendencia a reducir el debate a un enfrentamiento de visiones maniqueas, cuando no de caricaturas, enturbia esa reflexión y, con ello, dificulta acercarse a la realidad para entenderla y cambiarla para mejor. Es lo que parece estar pasando con el programa escolar Admisión Justa que impulsa el gobierno, que muchos han explicado como una elección dicotómica entre “mérito” y “azar”, como si la contraposición de esos dos términos alcanzara para describir una materia tan compleja y variada como el acceso a una educación de calidad.

Subyace a esa preocupación una interpretación errónea del progreso de Chile, según la cual el país del siglo XXI reproduce muchos, incluso la mayoría, de los vicios y problemas del siglo anterior. En esa mirada, el país sigue siendo un lugar de privilegios para una reducida minoría que los reserva para sí y sus descendientes, pero de desventajas heredadas e insuperables para la mayoría.

No lo es. Hoy sólo uno de cada 10 chilenos nace pobre, y la desigualdad se ha reducido con las nuevas generaciones, como demostró el investigador Claudio Sapelli. Por otra parte, la OCDE dijo a fines de 2018 que en nuestro país es comparativamente alta la probabilidad de que un hijo de padre perteneciente al 25% de menores ingresos ascienda al 25% de mayores ingresos; los chilenos buscan apoyar dicha movilidad, con medidas como el copago en colegios subvencionados, mientras las encuestas señalan que aprueban la idea de premiar el buen desempeño académico.

No son los privilegios de la elite lo que debe preocuparnos más, sino las oportunidades de la mayoría. Chile puede y debe apurar el tranco, no cabe duda, pero sobre todo debe perseverar en el camino correcto.

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