Editorial

Balance de la cuenta pública presidencial

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Este año, la cuenta pública presidencial tenía un nivel de expectativas superior al de otras oportunidades. El proceso político del último tiempo, en donde sobresale el profundo cambio de gabinete de hace diez días, era uno de los antecedentes que avalaba esa expectación. Se esperaban señales respecto de si el cambio de nombres en el gabinete importará un giro en las prioridades y estilos con que se pretende llevar adelante el gobierno; se aguardaba un mandato especial a las autoridades económicas que reinstalara al crecimiento al centro de las prioridades oficiales y se esperaba alguna definición sobre cómo progresará el anunciado proceso constituyente que derivará en una nueva Constitución.

Más allá de ciertas señales poco explícitas, en todos esos ámbitos el discurso presidencial de ayer ha quedado al debe. En efecto, y como era previsible, la mandataria reivindicó su voluntad de sacar adelante su agenda de reformas, pero no aprovechó de manera elocuente la oportunidad de reforzar que los acuerdos y consensos tendrán un papel clave en ese proceso, mucho mayor que el que tuvieron en la discusión de proyectos en su primer año de mandato. Muchos destacaron que en las palabras de ayer de la presidenta se intuye que la idea de la "retroexcavadora" había sido desterrada, lectura que si bien tiene ciertas bases, puede tener mucho de expresión de deseos.

Respecto del crecimiento, la cuenta pública presidencial puede haber pecado de un optimismo que no se condice con la realidad. Y es que las cifras no dan para hacer una lectura optimista. Es cierto que algunos datos aparentan mostrar un "punto de inflexión" o "brotes verdes", pero una reflexión más profunda confirma que nada de aquello tiene bases sólidas.

Si esos mismos datos son leídos descontando de ellos un impulso fiscal extraordinario e insostenible en el largo plazo, el regalo de varias décimas de crecimiento a consecuencia de un menor precio del petróleo y una política monetaria expansiva llevada adelante pese a que la inflación anualizada acumula varios trimestres sobre el techo del rango meta, la conclusión de lo que está ocurriendo en materia económica puede ser diametralmente opuesta. A ello se suma que desde cualquier ángulo que se analice, tasas de expansión del orden del 1% o 2% son mediocres.

En materia constitucional, en tanto, la mandataria optó, contra toda lógica, por mantener la incertidumbre. El que aludiera a que el proceso se fundará en acuerdos es a estas alturas insuficiente, en especial para el universo de agentes económicos golpeados por más de 14 meses de incertidumbre legal y normativa, los cuales no pueden sino seguir manteniendo en suspenso sus decisiones de inversión a la luz de las indefiniciones pendientes. El país y la deuda de arrastre en materia de formación bruta de capital fijo requerían de un pronunciamiento más claro en este y en varios otros ámbitos donde aún persisten más interrogantes que certezas.

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