Editorial

Cada institución tiene su tarea

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l Tribunal Constitucional (TC) zanjó la semana pasada una más de las controversias generadas por el acuerdo para que la minera china Tianqi ingrese a la propiedad de SQM. Este pacto fue avalado por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC), pero objetado por la sociedad Pampa, en un recurso que fue declarado inadmisible por la Segunda Sala del TC.

La acción legal de Pampa hizo surgir críticas de una supuesta “instrumentalización” del TC, que desde esa perspectiva estaría siendo usado para detener iniciativas de negocios por partes interesadas. El propio presidente del tribunal se hizo eco de esa inquietud tanto en la audiencia de alegatos como al entregar el fallo, ya que en ambas buscó acotar con precisión el ámbito de competencia del organismo. Así, dijo el jueves, “las cuestiones relativas a el marco de la libre competencia, la industria del litio, la propiedad del litio, no fueron cuestiones que este tribunal tuviese competencia por parte de las partes para ser discutidas y debatidas en sede del TC”.

La positiva reacción del mercado ante la decisión del TC favorable al acuerdo en SQM antes mencionado se debió a un análisis bursátil optimista respecto del futuro de la operación. Pero también refleja, en cierta medida, la conciencia de un menor grado de incertidumbre sobre el rol que le cabe al TC en situaciones de este tipo. El tribunal —al menos en este voto de mayoría— fijó para sí mismo una competencia finamente acotada a la constitucionalidad de los temas sometidos a su juicio, y no asumió un papel de árbitro en el mercado, como algunos pretendían.

No han faltado intentos de instrumentalizar en otras materias al órgano de constitucionalidad. Es fundamental que las instituciones se ciñan estrictamente a su misión, sin excederla ni desdibujarla, y que otros actores se abstengan de tratar de usarlas para sus propias agendas.

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