Chile ante la guerra de aranceles: más comercio

a guerra comercial que han entablado Estados Unidos y China afecta especialmente a un país pequeño como el nuestro, que ha convertido la apertura comercial en una de sus más exitosas apuestas de desarrollo económico. En este escenario, por tanto, podría pensarse que la globalización del comercio chileno es una fuente de debilidad, antes que de fortaleza, que nos deja expuestos a los avatares del juego geopolítico entre las grandes potencias del orbe.

Esa sería una conclusión equivocada, ya que la convicción —basada en evidencia— de que el libre comercio es una vía de progreso y prosperidad trasciende, con creces, la coyuntural pugna arancelaria entre Washington y Beijing, aun cuando éstas sean las dos mayores economías del mundo. De ahí que sea muy acertada, y bienvenida, la opinión compartida que expresaron en sus entrevistas con Diario Financiero, la semana pasada, el jefe de la Direcon y el delegado presidencial ante la cumbre Apec que se celebra a finales de año: la respuesta a la guerra de aranceles no es el retraimiento, sino un esfuerzo aún más decidido y concertado por la internacionalización de nuestro comercio.

De esta forma, la Direcon explica que Chile está expandiendo sus mercados en economías emergentes estratégicas como Indonesia y los países de la Asean, la India y la Comisión Euroasiática, así como en Medio Oriente y el norte de África. Por su parte, el delegado ante Apec apuesta por “mejorar el nivel de integración y comercio con Asia Pacífico”.

Esta estrategia no es nueva para Chile, sino la continuación y profundización de una política comercial que ha demostrado ampliamente sus frutos en las últimas décadas. Nos ha permitido reducir sustancialmente nuestra dependencia del cobre, si bien todavía no lo suficiente. Pero sobre todo nos ha dado acceso a mercados, bienes y servicios que de otra manera habrían permanecido fuera del alcance de muchos chilenos que hoy se benefician de ellos. Es un camino que nuestro país debe seguir transitando.