Editorial

Chile en Fase 4: entre la urgencia y la cautela

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l hecho de que Wall Street tuviera ayer su peor jornada en tres décadas, sumado al desplome de otras plazas mundiales, es sólo una de las noticias que ilustran el importante costo que, al menos en el corto plazo, está teniendo la pandemia del Covid-19 a nivel global. El propio IPSA chileno perdió casi un 15% de su valor en un día —la mayor caída desde el día posterior al plebiscito de 1988—, amplificando a escala local el impacto del inicio de la Fase 4 de la enfermedad, que equivale a la “transmisión sostenida” dentro del país.

En este contexto de acelerada propagación del coronavirus, las autoridades de los países afectados —incluyendo las chilenas— han ido anunciando una serie de medidas progresivamente restrictivas en sus intentos por contener la enfermedad. Que algunas de esas medidas sean consideradas tardías o insuficientes —y sin duda algunas podrían serlo— es casi parte inevitable de este tipo de situaciones, pero eso no las hace menos necesarias.

Es así como deben entenderse los cierres de fronteras o las restricciones para desplazarse o reunirse implementados, con variaciones, en distintos países. Con ese fin, por cierto, en Chile se han suspendido las clases y se han adoptado otras medidas —públicas y también privadas— que buscan minimizar el contacto entre las personas, para así ralentizar la expansión del virus.

El desafío para las autoridades es encontrar un balance entre la urgencia y la proactividad que demanda este escenario, y la capacidad de no tomar decisiones que —por exceso de prudencia— terminen elevando los costos de la pandemia o dificultando su contención. Calibrar la eventual necesidad de medidas extremas, como las cuarentenas forzosas, con los efectos que ello tendría en la cadena de suministros, por ejemplo, será un desafío permanente en las próximas semanas.

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