Editorial

Chile y la cuarta revolución industrial

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lgunas noticias recientes han expuesto con explosiva nitidez hasta qué punto nuestro país ya se encuentra inmerso en los desafíos de la llamada cuarta revolución industrial, ese tsunami de innovaciones tecnológicas y científicas que impondrá nuevos paradigmas a las sociedades del siglo XXI.

Uno de los principales bancos del país es burlado por una banda de hackers asiáticos; el gobierno anuncia que aplicará impuestos a la economía digital; un estudio de abogados participa en una startup legal que operará con inteligencia artificial; una inmobiliaria planea instalar cargadores gratuitos para vehículos eléctricos en sus edificios; la gigante Amazon podría escoger a Chile como sede de un nuevo data center regional.

Ciberseguridad, inteligencia artificial, robótica, electro-movilidad, comercio electrónico. Cuando temas como éstos ocupan espacio en las secciones noticiosas es porque ya son parte de la agenda pública contingente. Suponen cambios con los que el país deberá lidiar —más bien, ya debe lidiar— desde la política pública, la organización económica, la sociedad civil y el sistema político, porque afectarán todas y cada una de las facetas de la vida en sociedad.

Sin duda ningún país podrá sortear estos desafíos sin turbulencias y tensiones, pero los que se adapten mejor empezarán en el ámbito de las ideas, esto es, tomando conciencia de las nuevas realidades y trabajando a partir de ellas.

Por desgracia, hay pocas señales de que Chile haya emprendido a paso firme ese camino. Basta pensar en nuestro debate reciente sobre educación y empleo, por mencionar sólo dos áreas que serán genuinamente revolucionadas en las próximas décadas: cuando un país en vías de desarrollo sitúa el eje de la discusión en ideas como la universidad gratuita y la sindicalización obligatoria, es porque no ha entendido hacia dónde se mueve el mundo.

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