Editorial

Cierre en San Antonio: Foco mal puesto

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Imagen foto_00000001l cierre de la fábrica de contenedores de la empresa danesa Maersk, en San Antonio, es una mala noticia por partida doble.

Primero, porque la pérdida de más de 1.200 empleos —impacto que se multiplica al considerar a las familias de los trabajadores cesados— es un duro golpe a la economía local y a sus habitantes, sobre todo en una región con un índice de desempleo superior al promedio nacional.

Pero luego, porque la decisión de la empresa ha dado pie a un debate que enfoca el problema en forma por completo equivocada, recurriendo a estereotipos negativos sobre el rol y la naturaleza de la empresa privada. A sólo horas de realizado el anuncio ya había políticos calificando el cierre como “inexplicable”, dando a entender que la empresa habría actuado de forma irracional y caprichosa, incluso absurda.

Esa postura elude deliberadamente las preguntas difíciles: ¿Por qué una empresa que ha hecho una millonaria opta hacer la pérdida y retirarse del país? ¿Se debe sólo a que hizo un mal negocio y las condiciones de mercado no le fueron favorables, o hay razones para revisar nuestro entorno competitivo?

En este sentido, junto con manifestar preocupación por los trabajadores despedidos y la intención de apoyarlos con los instrumentos públicos dispuestos para estas situaciones —y la de hacer cumplir la normativa laboral como corresponde—, las autoridades pudieron enfatizar la importancia de que Chile sea un lugar atractivo para invertir, con los incentivos y reglas adecuados a sus expectativas de crecimiento y desarrollo.

Por ello es preocupante que el ministro de Trabajo hablara de una “traición” de la empresa a sus trabajadores, como si la decisión de cerrar fuera intrínsecamente ilegítima o rompiera las reglas de juego. La oportunidad para un discurso solidario con el mundo del trabajo, pero responsable —que generara confianza y no crispación—, fue lamentablemente desaprovechada.

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