Editorial

Clara respuesta a los hechos de violencia

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En un hecho inédito, al cierre de la semana pasada el presidente del directorio de Codelco, la principal productora de cobre del mundo y, por lo mismo, una empresa que está en el imaginario internacional a la hora de hablar de imagen país en el exterior, fue víctima en su hogar de un atentado explosivo que afortunadamente no le ocasionó a él ni sus seres más cercanos daños mayores que lamentar.

Este hecho repudiable ha cargado de preocupación la atmósfera a nivel local y, lamentablemente, ha llevado más allá de nuestras fronteras la inquietud en torno a los temas de seguridad, un asunto delicado que debe llevar a actuar con energía y celeridad, de modo de asegurar que esta situación quede acotada a la condición de hecho aislado.

Con todo, y más allá de la clara respuesta que requiere este caso particular, otro tema que ha emergido en este ambiente de mayor tensión es la necesaria coherencia que deben tener las señales con que las autoridades (el Estado, en definitiva) deben hacer frente a hechos de violencia que están comprometiendo la integridad y la vida, como en la zona de La Araucanía, de personas inocentes.

Demás está decir que el estándar y criterio frente a estos hechos no sólo debe ser uno, sino que no debe perder de vista algo que ayer subrayó el subsecretario del Interior, al sostener que “los grupos que usan la violencia son terroristas y punto”. Esa aproximación exige consistencia cuando la evidencia sistemática revela que por muchos años han operado en el país grupos que recurren sistemáticamente al expediente de la violencia como medio principal en el logro de sus objetivos.

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