Coronavirus: la globalización a la palestra

Nuestras dos notas más leídas en la tarde de ayer se relacionaron con el reciente brote de coronavirus en China —sobre sus efectos para Chile en el dólar y el cobre, respectivamente—, una crisis de salubridad que a sus costos humanos está sumando un impacto significativo en los mercados. Las bolsas del mundo, incluyendo la chilena, han sufrido caídas que reflejan el temor de un golpe económico potencialmente grave, producto de restricciones al comercio y el transporte internacional, entre otros factores.

Noticias como ésta ponen de relieve de forma dramática hasta qué punto vivimos en un mundo globalizado, pues tanto el potencial de contagio de la enfermedad —que ya incluye a varios países en pocas semanas—, como los esfuerzos por contenerla y encontrar una cura tienen una escala mundial. Al parecer, la primera reacción de las autoridades locales en Wuhan —origen del brote— fue controlar la información, pero afortunadamente no se produjo el esfuerzo concertado a gran escala que retrasó por varios meses que se hiciera pública la severidad del brote del virus SARS en 2003. Aun así, si esa lección hubiera sido realmente aprendida, una apuesta automática por la transparencia total desde un principio habría permitido ganar un tiempo valioso frente al virus, quizás semanas.

La rapidez con estos brotes pueden expandirse —para potencialmente transformarse en epidemia, o incluso pandemia— los convierte en una de las grandes amenazas de la globalización, sin duda. Pero las esperanzas de derrotarla radican en esta misma globalización: actualizaciones constantes sobre nuevos pacientes y síntomas; compartir el perfil genético del virus con científicos de todo el mundo; coordinar posibles esfuerzos de contención entre distintos países.

Para China, cuyo actual gobierno es un elocuente promotor de los beneficios de la globalización para el desarrollo, existe aquí tanto una oportunidad como un desafío de liderazgo y transparencia en su rol como potencia mundial.