Editorial

Cuba, Castro y el juicio de la Historia

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La muerte de Fidel Castro no sólo ha abierto numerosas interrogantes respecto de lo que ocurrirá con ese país, sino que también sobre cómo finalmente se terminará estibando el juicio de la historia en torno al personaje, uno que despierta odios y reverencias a lo largo y ancho del mundo.

Inoficioso resulta en este plano discutir si Fidel Castro es un personaje con connotación histórica, ya que la revolución que encabezó y las reverberaciones que tuvo en los procesos políticos de numerosas naciones, no sólo de América Latina, son evidentes. Lo que hoy se debate y separa aguas es por qué tantos firmes defensores de la democracia y la libertad son capaces de nublar su mirada y omitir de su juicio histórico sobre Fidel Castro el que en definitiva lo que él hizo fue sustituir una dictadura por otra, cuyo saldo hoy se mide en millones de exiliados, miles de ajusticiados, múltiples libertades sociales cercenadas y un balance económico y social que es un lastre que tomará décadas dejar atrás. Es especialmente delicada esta complaciente y ominosa aproximación al personaje, porque termina llevando la discusión sobre su rol más acá de los principios (la democracia y la libertad, por ejemplo), para quedarse congelada en la vereda cómplice que ideológicamente conviene a quienes justifican esas aberraciones ya sea por el supuesto fin perseguido por la revolución o el carácter de “ícono” de quien lideró ese proceso.

La principal lección que debe dejar la discusión sobre lo que representó o no Fidel Castro, es que principios básicos como los derechos humanos, la libertad y la democracia son valores irrenunciables, y que no se pueden trocar por visiones mezquinas o conveniencia.

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