Editorial

Disciplina fiscal en perspectiva

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En línea con sus declaraciones iniciales y con el sello de su antecesor, el ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, anticipó un escenario fiscal 2018 que implicará un descenso del déficit efectivo.

Si bien no precisó cifra, la autoridad explicó ante la primera subcomisión de Presupuestos del Congreso que ello implicará un menor nivel de endeudamiento, en circunstancias que los ingresos fiscales crecerán en torno a la expansión del Producto Interno Bruto (PIB) el próximo año, que es alrededor del doble del 1,5% esperado para 2017.

En 2013 el déficit del ejercicio alcanzó el 0,6% del PIB, aumentando a 1,6% en 2014, 2,1% en 2015, 2,7% un año después y 3,1% del Producto en el presente ejercicio. De cumplirse esta última proyección, el saldo negativo alcanzaría su mayor nivel desde 2009.

La disposición del nuevo titular de Hacienda, el tercero de la administración de Michelle Bachelet, resulta tranquilizadora y coherente con el camino que debe mantener el país para evitar algún riesgo de desequilibrio macroeconómico y, como corolario, un nuevo deterioro en la clasificación de riesgo.

Pero, al mismo tiempo, es urgente que la mirada del sucesor de Valdés vaya más allá del próximo año y, en particular, del Presupuesto que herederá a la siguiente administración, cualquiera sea el signo de ésta. El desafío de avanzar hacia cuentas fiscales equilibradas no se puede limitar al corto plazo ni menos a un gobierno en particular, sino que obliga a una mirada de más largo aliento dadas las políticas públicas en marcha -como la gratuidad de la educación- o, bien, las que son parte del debate legislativo, como los cambios al sistema previsional. La disciplina fiscal requiere un esfuerzo permanente y compartido.

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