Editorial

El descrédito de la política ante la ciudadanía

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En el marco de su gestión como presidente de la Cámara de Diputados, Osvaldo Andrade entregó una inquietante visión sobre el sentir de la población frente a la clase política. Quizás dos opiniones específicas reflejan más claramente su desazón: la primera, su sensación de que todavía no existe una clara conciencia en el mundo del Congreso de la gravedad del problema del descrédito; y, la segunda, que no han logrado desde ese círculo permear el sentimiento común de que todas las instituciones son una “tropa de truhanes”.

Se trata de dos aseveraciones que se alimentan mutuamente y que no es necesario escarbar mucho en la coyuntura para encontrarles asidero. Quizás lo más patético de los últimos días sea la guerrilla de comisiones anunciadas para investigar distintos eventos en torno al rechazo del proyecto minero Dominga. Que presiones, que conflictos de interés, todo parece ser motivo de indagatoria.

Sin negar su rol fiscalizador, los diputados parecen haber entrado en un espiral de abuso de la figura de las comisiones, socavando el propio papel del Poder Judicial. Algo similar ya había ocurrido con las interpelaciones, sumando otro elemento de desencanto en la ciudadanía, más atenta y empoderada ante la pirotecnia prevaleciente en un año electoral.

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