Editorial

El dilema de la oposición venezolana

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El resultado era fácil de anticipar. Luego de que la mayoría de los partidos de oposición resolviera marginarse de las elecciones municipales de Venezuela, el domingo, el triunfo oficialista estaba asegurado.

Los detractores del gobierno socialista se bajaron de la contienda en rechazo a la falta de garantías de un proceso justo, para no validar con su participación un resultado que ya anticipaban viciado.

Sin embargo, todavía sorprende la falta de pudor del régimen de Nicolás Maduro, que no tuvo complejos para declarar una victoria aplastante que le dio el control de casi la totalidad de las alcaldías del país.

Durante la celebración del triunfo, el mandatario anunció que los partidos que no compitieron en el último proceso quedarán impedidos de hacerlo en las elecciones presidenciales de 2018. Así, en la práctica, el régimen bolivariano podría presentarse el próximo año a las urnas en solitario, sin una alternativa real para los electores.

Por esta vía las autoridades continúan vaciando la democracia venezolana de su contenido y substancia, dejando en su lugar una cáscara de simple apariencia de normalidad institucional.

Para la oposición, la estrategia oficialista plantea un dilema: seguir compitiendo en desventaja con un gobierno que ejerce un control abusivo de la vida política y validar así resultados dudosos, o seguir ausente de la contienda para denunciar las fallas del proceso, dejando el campo libre para que Maduro siga consolidando su dominio.

La respuesta es compleja, pero hay algo claro. Sin importar lo que hagan sus detractores, el gobierno de Maduro está decidido a fortalecer su dominio del país y está dispuesto a llegar a cualquier extremo para conseguirlo.

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