Editorial

El dilema que enfrenta Perú

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s difícil no ver con preocupación el cuadro político que parece estar tomando forma en Perú tras la primera vuelta de la elección presidencial, el pasado domingo.

La dispersión del voto entre numerosas candidaturas, ninguna de las cuales llegó a alcanzar el 20% de los sufragios, no sugiere el escenario de polarización que algunos han descrito, sino más bien una suerte de desorientación de los electores (mezclada con desinterés), que se han fragmentado ante una gama de candidaturas que no supieron construir bases de apoyo amplias, mucho menos nada que se acercara a una mayoría.

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Un resultado de ello es que los dos candidatos más votados en primera vuelta sí representan, en muchos sentidos, polos opuestos, lo que obligará a los peruanos a plantearse la elección del Presidente en términos de blanco o negro. Aun cuando en segunda vuelta la tendencia natural de los postulantes sea a la moderación, son tantas y tan profundas las diferencias entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori que cuesta avizorar una estrategia creíble por minimizarlas en busca de votos.

Que la primera mayoría en el balotaje fuera un candidato que admite afinidades con los procesos políticos de Cuba y Venezuela es en verdad alarmante. La posibilidad de que Perú, que hasta hace poco parecía encaminado por un rumbo de progreso, pudiera adoptar una deriva similar a la de esos países, marcaría un lamentable retroceso para ese país, con probables secuelas para la región. Las simetrías de enfoque hablan por sí solas: entre otras, nacionalización de sectores estratégicos, refundación constitucional, demonización de grandes empresas (algunas de ellas chilenas) y, por cierto, la conocida promesa de acabar con el “modelo neoliberal”.

Lo anterior no implica que la alternativa represente necesariamente un mejor camino, ya que por diversos motivos, es posible que esa victoria incluyera el germen de una crisis política en el corto plazo, agravando los problemas para la tensionada democracia peruana. Ese es el complejo dilema que los ciudadanos y su clase dirigente tienen ante sí.

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