Editorial

El discurso liberal de China se desvanece

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Las autoridades chinas anunciaron el domingo planes para una reforma constitucional que eliminaría las restricciones a los períodos presidenciales. En la práctica, eso permitiría que el actual mandatario, Xi Jinping, se mantuviera indefinidamente en el cargo. De esta manera, el gobernante se consolidaría como el líder más influyente en la historia del país, por sobre Deng Xiaoping, que encabezó el milagro económico chino, y sólo igualado probablemente por Mao Zedong, el padre de la revolución comunista.

Para Xi, la medida le facilitará eliminar cualquier obstáculo a sus planes de desarrollo para el país, lo que anticipa una transición más suave desde una economía basada en las exportaciones de manufacturas, hacia una impulsada por el consumo interno y los servicios.

Sin embargo, la iniciativa es un golpe para la imagen del mandatario, que en el último año se había posicionado como el principal campeón del libre comercio a nivel mundial, en contraposición con el proteccionismo de Donald Trump. El nuevo discurso liberal de Beijing en los foros internacionales ahora difícilmente podrá convivir con la idea de un gobernante que busca eternizarse en el cargo.

A más largo plazo, en tanto, los cambios tampoco traen buenos presagios, a medida que el gobierno aborda complejos desafíos, como el drástico deterioro del medio ambiente o la gigantesca burbuja en el mercado del crédito y el envejecimiento de la población. Estos dilemas seguramente irán alimentando tensiones internas y descontento social en los próximos años, y la falta de recambio en el liderazgo político elimina una de las pocas válvulas de escape que existían para estas presiones en el gigante asiático.

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