En Perú, continúan los vaivenes

a muy corta carrera política de Pedro Castillo como candidato y mandatario ha estado marcada por los giros en su discurso. El aspirante de la primera vuelta presidencial planteó una plataforma de izquierda dura, con no pocas reminiscencias chavistas, por lo que fue descrito como un "radical" de izquierda; el candidato que pasó a la segunda vuelta, sin embargo, marcó un tono y una agenda notoriamente más moderados, lo que finalmente le valió un apoyo mayoritario de los votantes.

El discurso de toma de mando conservó ese tono, con llamadas a la unidad y seguridades a los inversionistas, lo que hizo aun más notorio el giro a la izquierda que marcó al nombrar su gabinete, liderado por un primer ministro de línea dura que en sus dos meses en el cargo dio pie a situaciones que tensionaron (aun más) la relación del Gobierno con el Congreso, donde no tiene mayoría, y que inquietaron a inversionistas y empresarios, afectando el clima de negocios.

Ese primer ministro renunció esta semana a petición del Presidente -motivado éste, a todas luces, por las razones anteriores-, abriendo la puerta a un cambio de gabinete de siete ministros que representa un nuevo giro a la moderación. En términos generales, los nuevos secretarios representan una izquierda más cercana al centro y crítica de la línea que encarna Perú Libre, el partido que apoyó a Castillo en su campaña.

En forma previsible, esto fue bien recibido en los mercados; los bonos de Perú subieron ligeramente de precio tras el anuncio, y diversos analistas celebran un enfoque más "conciliador" y "pragmático" del gobernante. Ello, en efecto, es bienvenido, ya que esa parece una vía más segura de dar gobernabilidad al país, que ha sufrido durante la debilitante crisis política que ha vivido Perú en los últimos años.

Pero es imposible saber si lo anterior refleja un nuevo giro táctico de Castillo, o un cambio de rumbo más estratégico (y constructivo). El Presidente le haría un bien a su país despejando, de forma convincente, esa duda.