En Venezuela no hay gobierno legítimo

icolás Maduro inicia hoy formalmente su segundo período de cinco años como Presidente de Venezuela, lo que una proporción creciente de la comunidad internacional considera una asunción ilegítima e ilegal. Ilegítima, porque la elección que le dio la victoria fue un proceso viciado que no respetó las reglas básicas del consenso democrático; ilegal, porque no es reconocida por la Asamblea Nacional ni las fuerzas políticas de oposición, y porque incumplió de diversas formas la propia normativa venezolana.

Sólo los sectores afines al chavismo reconocen la validez de este segundo mandato, así como países cuyas credenciales democráticas son dudosas o inexistentes. Los integrantes del Grupo de Lima —entre ellos Chile—, la Unión Europea, la OEA y varios miembros de la ONU desconocen la legitimidad de la nueva administración bolivariana. Incluso Iglesia venezolana, en agudo contraste con la postura del Vaticano, califica al régimen de “ilegítimo y moralmente inaceptable”.

No son palabras al vuelo. El drama que viven los venezolanos es sin duda la peor crisis económica, política y social que ha enfrentado ese país en su historia, pero también la peor que enfrenta hoy América Latina como región. El asombroso colapso auto-provocado de la economía venezolana, pese a contar con las mayores reservas de petróleo del planeta —consecuencia de una nociva mezcla de mala gestión y corrupción sin precedentes—, ha generado una emergencia humanitaria para sus ciudadanos, a la vez que un problema para sus vecinos, que han acogido a más de 3.5 millones de expatriados de 2015 a la fecha.

La autocracia chavista —donde no hay separación de poderes ni respeto por los DDHH, según han constatado numerosos organismos— ha derivado en una dictadura en toda regla, con claros visos de cleptocracia e infiltración del narcotráfico. La región debe decirlo sin rodeos y apoyar una transición pacífica que restaure la plena vigencia del orden democrático.