Editorial

Entre Washington y Beijing, tiempos complejos

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La primera reunión de alto nivel entre funcionarios de Estados Unidos y China de la recién asumida administración de Joseph Biden, el viernes pasado, mantuvo el tono confrontacional de la era Trump, cuando ambas potencias entablaron una agria y costosa guerra comercial que persiste hasta hoy. Desde luego, la disputa entre Washington y Beijing trasciende con mucho lo meramente comercial —de por sí una dimensión estratégica—, y el nuevo Presidente norteamericano la ha calificado nada menos que como una competencia entre democracia y autocracia que será clave para el curso de este siglo.

La rivalidad entre las dos mayores economías del mundo reverbera en el resto de los países, que hoy no se dividen entre aliados y enemigos de cada una de esas potencias —como daría a entender la poco apta analogía con la Guerra Fría—, sino que más bien operan inmersos en la intrincada red de vínculos e intereses que caracteriza a la economía globalizada. Para ellos, el desafío es mucho más complejo que el de escoger “bando”, pero eso no significa que no existan valores compartidos e intereses comunes que dicha rivalidad pone en evidencia, y por los cuales sí es preciso tomar claro partido.

En concreto —y sobre para países como Chile, actores pequeños en el contexto internacional, pero íntimamente comprometidos con él—, el sistema de reglas sobre el cual se sustentan la prosperidad y la paz mundiales requiere ser defendido, más allá de formas en que podría fortalecerse y perfeccionarse. Y para China, en particular, que objetivamente se ha beneficiado con este orden más que ninguna otra nación en las últimas décadas, la plena participación en él implicará hacer frente, por ejemplo, a cuestionamientos en temas como derechos humanos, protección de propiedad intelectual, aspiraciones territoriales o injerencia política en otras naciones.

Nada de esto augura necesariamente el inicio de una nueva Guerra Fría, con todas sus nefastas consecuencias para toda la comunidad internacional, pero sí advierte sobre tiempos complejos.

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