Europa necesita despejar la incertidumbre sobre Grecia
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La máquina de la economía europea ha comenzado a engranar. Las señales de recuperación ya no provienen solo de Alemania y España, sino que cada vez más Italia y Francia parecen subirse al carro del repunte.
Cada cierto tiempo, sin embargo, resurge una amenaza como una espina clavada en el costado de la región: el riesgo de una salida de Grecia de la eurozona y el impacto que esto tendría para la confianza de los inversionistas en el bloque.
En los últimos días, la turbulencia ha vuelto a escalar, y las opiniones de los expertos están divididas entre los más optimistas, que aseguran que el vecindario ya tuvo tiempo para incorporar el escenario de un default, y los más pesimistas que advierten que si la unión monetaria se rompe, aunque sea por culpa del miembro más pequeño, su mayor activo, la idea de que era un proyecto definitivo e irreversible, sufrirá un golpe mortal.
Las autoridades en Alemania parecen estar entre los primeros, y están tratando a sus pares helenos sin contemplaciones. Es de esperar que no se equivoquen y que los síntomas faborables en Europa no se apaguen antes de arraigar, porque con la desaceleración de China, la economía mundial requiere con urgencia de un segundo motor.
