Editorial

Incertidumbres por agenda educacional

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Los niveles de confusión en torno a la agenda educacional han adquirido contornos superlativos, al punto que prácticamente todos los actores involucrados están expresando aprensiones y dudas, independiente de si adhieren o no a la carta de navegación programática de la actual administración de gobierno.


La emblemática reforma, buque insignia del programa, sigue sumando episodios que abren interrogantes, relacionadas éstas no ya con temas como en qué avanzan hacia mejorar la calidad de la educación los proyectos planteados, sino que más bien con cómo se hacen realidad las promesas de campaña, que hoy aparecen por decir lo menos bastante diluidas.


Desde el mundo de los partidos de la propia Nueva Mayoría como a nivel de representantes de las universidades se perciben zigzagueos que mueven a la desconfianza, sentir fundado que tiene como antecedente la experiencia legislativa de la reforma tributaria. Dichos ruidos no abarcan solamente a los actores directamente involucrados, sino que al sistema en su conjunto, en donde ya se dice estar experimentando una relación más compleja por ejemplo con el sistema financiero. También hay interrogantes a nivel de la comunidad y en grupos del mundo estudiantil, derechamente malestar.


Más allá de que parte importante de los vaivenes en este tema dan cuenta de cierta improvisación y, otra parte, del reconocimiento de que la realidad económica no acompaña las ambiciones, lo que a estas alturas aparece como necesario y hasta urgente, es que se comiencen a dar certezas en la forma de sacar adelante las políticas públicas. Las indefiniciones y las decisiones precipitadas son igualmente indeseadas.

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