Editorial

Italia: la importancia política del crecimiento

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n las últimas semanas, la posibilidad de que el movimiento antisistema M5S y la ultraderechista Liga formaran gobierno en Italia mantuvo en vilo a las autoridades regionales e inversionistas mundiales. Y aunque el colapso del pacto devolvió la tranquilidad a los mercados, el temor regresó pronto, ante la incertidumbre sobre el futuro de la tercera economía de la eurozona, que permanece descabezada 85 días después de las elecciones.

Pero más allá de los factores que desencadenaron la última crisis política, es necesario tener en cuenta los elementos de fondo, que se vienen prolongando desde hace al menos un cuarto de siglo, y que están relacionados con el estancamiento de la economía.

La luz de alerta se encendió en Roma en abril, cuando en el último reporte del FMI España desplazó a Italia como la tercera economía de la región medida por PIB per capita, a paridad de poder de compra. Desde 1995 este indicador ha crecido 35% como media en el bloque, frente a solo 6% en Italia, es decir apenas 0,25% anual.

La manifestación más evidente de este estancamiento es la falta de reformas en el área económica. Esta inmovilidad ha dejado al país atrapado en una maraña de burocracia, donde los inversionistas que desean apostar por Italia deben sortear miles de leyes nacionales y regionales. La misma complejidad se expresa también en los tribunales, donde los juicios y arbitrajes normalmente se prolongan años. Este cuadro, además, ha favorecido el regreso de la corrupción a niveles que no se veían desde la postguerra.

Visto así, el surgimiento de los movimientos populistas no es la verdadera enfermedad sino solo un síntoma de algo más profundo.

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