Editorial

La hora es de la política (y los políticos)

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i la clase política ni la propia ciudadanía estaban listos para la masiva convocatoria de la protesta del viernes pasado a nivel nacional, que con justicia ha sido calificada de histórica. Desentrañar su significado —o más bien, sus significados— es una tarea que recién comienza, y desde luego se equivocan quienes apresuradamente pretendan entenderla como evidencia de adhesión a un sector político, o siquiera a una agenda conocida de demandas. Al contrario, si en ella hubo un elemento de cohesión identificable fue más bien el rechazo al mundo político en general, considerado responsable —por buenas y malas razones— de una larga lista de insatisfacciones sin “marca” ideológica clara.

Dicho esto, en un sistema democrático la respuesta a este fenómeno no puede venir sino de la política y los políticos. Por legítimo que pueda ser el descontento ciudadano, “la calle” puede darle expresión, pero no aportar una solución que necesariamente ha de ser institucional.

La primera de esas respuestas fue la agenda social propuesta por el Presidente Piñera el martes pasado. Ella deberá ahora ser debatida en el único foro definitivo en democracia: el Congreso, donde los representantes elegidos por los chilenos deberán mostrar una altura de miras —y una capacidad de análisis técnico— que ha escaseado en los últimos años (y que en sí misma es un poderoso motivo de descontento).

La segunda respuesta concreta también será política, en la forma de un cambio de gabinete anunciado para hoy. El recambio ministerial no puede ser cosmético, pero sería un error creer que su sola radicalidad es garantía de éxito. De hecho, lo probable es que ningún cambio de gabinete dejará satisfechos a todos, ni bastará para desactivar un fenómeno social que ya contempla marchas todos los días de esta semana en varias ciudades.

El actual es un momento delicado. No hacerse cargo del llamado expresado en las protestas sería irresponsable; acceder bajo presión a todas las demandas que se plantean por estos días sería claudicar de la tarea de gobernar y de legislar con buen criterio y visión de largo plazo.

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