La inversión en I+D en perspectiva

egún la Encuesta de Gasto y Personal en Investigación y Desarrollo (I+D) conocida la semana pasada, que muestra el gasto en 2017, éste cayó un 1,5% respecto de 2016, para llegar al 0,36% del PIB. Preocupa que ello se deba principalmente a la menor inversión por parte de las empresas (-11%), y que cinco compañías concentren el 26% de ese gasto, mientras un total de 20 representan el 47%. Preocupa también que el Estado explique casi la mitad del gasto, las empresas menos de un tercio y las universidades el 15%.

Con la cuarta revolución industrial avanzando a toda máquina, esas cifras no son un buen augurio. En nuestra edición de hoy el director ejecutivo del Centro de Innovación UC argumenta que ello refleja la falta de una mirada país que trascienda los ciclos económicos y políticos, lo cual depende de una combinación de impulsos públicos y privados que se despliega durante décadas, como demuestran los países que conceden gran importancia a la I+D.

Pero si bien esta es un área en la que Chile indudablemente debe poner más atención, parece secundaria al lado de otras falencias que frenan nuestra plena incorporación a la sociedad del conocimiento y a las posibilidades de mayor desarrollo que ésta puede ofrecer. Dicho crudamente, de poco servirá invertir más en I+D si, junto con ello, el país no se hace cargo, por ejemplo, de falencias como las que reveló recientemente el informe “¿Cómo es la vida en la era digital?”, de la OCDE: pese al amplio acceso a internet, la usamos poco, y ese uso se concentra demasiado en los más educados, cuyas destrezas digitales intermedias y avanzadas, por lo demás, son apenas la mitad del promedio OCDE.

Nada de esto es irreversible, y en lugar de mover al pesimismo, debe impulsar a la acción. En este sentido, un foco clave es, sin lugar a dudas, la calidad de la educación. Pero también son claves una economía de mercado genuinamente competitiva que funcione para todos, y un Estado moderno que sea eficiente y capaz en aquello que le compete.