La necesaria prudencia fiscal

iempos de crisis como los que estamos viviendo exigen ser proactivos para enfrentar los desafíos que nos plantean, en este caso, tanto de orden sanitario como económico.

En lo primero, las medidas de prevención, contención y aislamiento adoptadas por el Gobierno son conocidas y, en términos generales, parecen estar dando los resultados que se esperan (siempre en la medida en que la ciudadanía cumpla con su parte de la ecuación y no incurra en conductas de riesgo, como lamentablemente se ha visto en varios puntos de Santiago en los últimos días).

En cuanto a lo económico, también se han tomado decisiones que, acertadamente y buscando aliviar en el corto plazo el duro impacto de la pandemia en personas y empresas, imponen al mismo tiempo severos costos de mediano y largo plazo a las arcas públicas —y en definitiva, a la economía nacional—, los que bien podrían significar un lastre para nuestro desarrollo futuro si no son controlados y revertidos una vez que pase la emergencia.

En líneas generales, así también pueden resumirse las principales inquietudes que manifestó ayer el presidente del Consejo Fiscal Autónomo en entrevista con Diario Financiero. El Estado chileno —y las empresas privadas que se han sumado al esfuerzo con iniciativas propias — tienen buenas razones para acudir en ayuda de los trabajadores, los independientes y las PYME, porque inevitablemente muchos de ellos sufrirán la pérdida de sus empleos, sus ingresos y sus negocios. Pero como dijo el también ex vicepresidente del Banco Central cuando haya pasado esta crisis.

Frente a presiones de gasto que arriesgan ser poco responsables —si es que no populistas— conviene recordar que es justamente la solidez de las finanzas públicas la que ha hecho posible que Chile enfrente desde una posición de relativa fortaleza una crisis de proporciones históricas. Enfatizar la relevancia de la prudencia fiscal, incluso en estos momentos, es tan importante como tener respuestas para este difícil trance.