Editorial

Más transparencia

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l último reporte del capítulo chileno de Transparencia Internacional nos trajo una buena noticia la semana pasada. Las empresas chilenas, considerando aquellas que tienen operaciones afuera del país y que por lo tanto se presumen más grandes y sofisticadas, han seguido mejorando en el índice que mide su entrega de información al público en general.

El Transparency in Reporting on Anticorruption (TRAC) se aplica en Chile desde 2014 y el año pasado fueron 35 las compañías seleccionadas. La evaluación se basa en su sitio web oficial como fuente única de información, y de ésta se analizan los contenidos publicados y documentados que se ponen a disposición.

En esta quinta versión las empresas alcanzaron un 61,6% en promedio de reportabilidad o entrega de información (lo máximo es 100%) en los tres ámbitos que se evalúan: divulgación de políticas anticorrupción, transparencia organizacional e información por país de operación. No todas sobresalen, como es de suponer, pero hay unas cuantas firmas que superan el 80%.

De acuerdo al análisis que hacen los responsables del estudio, esta mejora tiene que ver con los casos de corrupción que se han conocido en el país y que, dicen, normalmente conducen a una reacción positiva. Falta por avanzar, claro, pero es una mejora que debe celebrarse.

La transparencia es un valor indiscutible de las democracias sólidas y de las instituciones que funcionan en forma adecuada y sostenible. La opacidad, en contraste, es un lastre que no debe mantenerse con pretextos muchas veces injustificados o exagerados, como un eventual efecto en negocios estratégicos, por ejemplo.

Más información y más transparencia tienen tantas ventajas en prestigio, competitividad, eficiencia y solidez que ninguna complicación que ellas puedan acarrear es capaz de hacerles mella.

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