México en compás de espera

a victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por un amplio margen en la elección presidencial mexicana del pasado domingo fue anticipada por todas las encuestas: en su tercer intento por instalarse en el Palacio Nariño, el veterano político de izquierda no tenía rival, con mucha diferencia.

Mucho menos claro es el significado de su triunfo electoral, pues tanto la trayectoria política de AMLO como la situación de México y el contexto internacional siembran de incertidumbre el futuro inmediato, más aun teniendo en cuenta que la toma de posesión del nuevo Presidente será recién dentro de cinco meses, el próximo 1 de diciembre.

Una clave de ese futuro está en el propio AMLO, cuyo tránsito hacia posturas políticas más moderadas fue ampliamente analizado durante la campaña, debido al notorio contraste con su anterior afinidad con una izquierda más radical —incluso chavista, en aspectos puntuales—. Ese acercamiento al centro explica buena parte de la votación que obtuvo el domingo, pero resta ver si se trató sólo de un posicionamiento táctico o más bien de una genuina moderación de su discurso e ideas de antaño. Una deriva al socialismo ciertamente no sería lo deseable para México.

Mucho menos cuando un gran desafío de AMLO —si es que no el principal— será lidiar con las profundas fallas del Estado mexicano. La cruenta ola de violencia delictual que azota al país hace años es en medida importante un fracaso estatal, como lo es el puesto #135 entre 180 países en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, por mencionar sólo dos problemas que frenan gravemente el progreso de la segunda economía de América Latina.

En ese contexto, la relación que AMLO logre establecer con Donald Trump será determinante para el rumbo que tome su gobierno. Pero aunque ambos han manifestado voluntad de diálogo y entendimiento, sus personalidades —y sus historias— tornan imposible aventurar un pronóstico sobre el vínculo bilateral entre México y Estados Unidos. Despejar esa duda debe figurar al tope de las prioridades de los dos Mandatarios.