Editorial

Nadie gana con una guerra comercial

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El problema de imponer medidas de restricción al comercio global es que se corre el riesgo de alterar el delicado equilibrio en el sector, desatando una ola de represalias con las que se puede perder más de lo que se gana.

Estados Unidos podría ahora aprender esto de la manera dolorosa, luego de que Washington anunciara la semana pasada que pretende imponer aranceles de entre 50% y 64% a las importaciones de biodiesel de Argentina.

Las autoridades estadounidenses justificaron su decisión argumentando supuestos subsidios masivos por parte Buenos Aires a los productores locales.

Sin embargo, existen mecanismos adecuados para la resolución de controversias, radicados en la Organización Mundial de Comercio (OMC), un actor independiente que da garantías de imparcialidad en esta clase de disputas.

La decisión fue celebrada por los productores en la potencia norteamericana, pero podría tener efectos contraproducentes para ellos, ya que se prevé que sus rivales en Brasil se apresuren a utilizar la medida para tomar represalias largamente esperadas. El país sudamericano, que es el principal comprador de biodiesel estadounidense, se estaría preparando ahora para imponer una sobretasa de 20% a estos envíos.

Si eso ocurre, es posible esperar que la medida aplicada por Washington contra Argentina inicialmente desate una ola de represalias y contragolpes, que se extienda mucho más allá de lo estimado originalmente.

Todo esto solo demuestra el error de fomentar los discursos proteccionistas y que socavar la autoridad de la OMC solo ha llevado a un escenario donde al final todos pierden.

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