Editorial

NAFTA: a salvo, por ahora

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omo ya nos tiene acostumbrados con casi todos los movimientos que hace en el tablero internacional, el anuncio del Presidente Trump sobre el NAFTA ayer dejó varias preguntas abiertas en torno a un mensaje de fondo: el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá se salvó.

Al menos por ahora y parcialmente —y esa es una de las dudas que inevitablemente siguen pesando tras las intervenciones de Trump—, porque el Mandatario se apresuró a recordar que el éxito en las conversaciones es por ahora sólo bilateral mexicano-norteamericano, y que si la parte canadiense no llega a acuerdo con Washington bien podría ser el fin del estratégico pacto comercial firmado en 1994. Ottawa aún es firmemente pro NAFTA, pero su acuerdo con la Casa Blanca podría tardar más que el año que tomó el de los mexicanos.

Por otro lado, lo que al parecer destrabó las negociaciones en las últimas semanas fue el acercamiento en torno a la industria automotriz, pero eso fue impulsado en cierta medida por una doble contingencia política: la otra (y principal) guerra comercial de Estados Unidos, que es con China; y la asunción en diciembre de un nuevo Presidente mexicano. No es claro hasta qué punto eso obligó a concesiones tácticas que las partes luego puedan lamentar, poniendo en riesgo lo pactado.

Lo más relevante, sin embargo, es que más allá de ajustes técnicos y salvas retóricas, la idea misma del NAFTA no parece bajo asedio hoy como hace apenas un año y medio, cuando Donald Trump llegó al gobierno no sólo prometiendo sacar a su país del tratado, sino poniendo en duda la propia legitimidad de las alianzas comerciales como instrumentos de prosperidad y desarrollo. Él mismo ahora habla de “perfeccionar” el NAFTA, no de “barrerlo”.

Aunque voces contrarias al libre comercio se escuchan hoy con más fuerza que en años recientes en el concierto mundial, la idea de que las barreras arancelarias deben bajar sigue siendo prevalente, incluso con defensores tan atípicos como la República China. Nunca se insiste demasiado en que, para los males económicos del mundo (y sus injusticias), el proteccionismo no es la respuesta.

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