Editorial

Política industrial: el foco equivocado

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n el contexto de la campaña electoral, algunos voceros han planteado la idea de que Chile adopte una estrategia de política industrial como vía al desarrollo.

Los proyectos de Estado desarrollista han sido objeto de largo y profundo estudio a nivel internacional durante décadas, tanto desde la esfera económica como de la política. Algunos de ellos se han contado entre los más rotundos fracasos de intervención estatal y dirigismo económico (en África hay ejemplos lamentables), pero otros han producido algunas de las más impactantes experiencias de desarrollo acelerado del último medio siglo. Destacan en particular los llamados "tigres asiáticos" (Japón, Taiwán, Corea del Sur), China, y también países como Alemania o Suecia, entre otros, que han puesto en práctica políticas industriales donde el Estado juega un rol central. El abanico de experiencias no es estrecho.

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Sin embargo, abordar un proyecto nacional de esta envergadura y complejidad al calor de una campaña electoral parece extemporáneo. Exigiría un debate amplio que ni siquiera comienza, seguido de un acuerdo político transversal y mantenido por muchos años, lo cual parece inverosímil comprometer en un clima polarizado como el actual.

Por otro lado, quienes proponen esta estrategia nada dicen sobre las capacidades actuales del Estado chileno, mucho menos sobre las necesarias para diseñar e implementar una política industrial. En vista de las notorias falencias de nuestro Estado para desempeñar las funciones que actualmente cumple, un proyecto desarrollista debería, como mínimo, considerar como prioritaria su tan postergada modernización.

Finalmente, aunque interesante y legítimo, este debate desvía la atención de lo que debería ser el foco prioritario de los chilenos hoy, que es el buen gobierno. Nuestros principales problemas no se explican por la falta de una estrategia de desarrollo, sino por una década de malas decisiones políticas en educación, pensiones, impuestos, seguridad y otros ámbitos. Esto es lo que debería estar al centro de la campaña electoral, y con sentido de urgencia.

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