Editorial

Política: La dieta no es el problema

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l debate sobre los sueldos de los parlamentarios en Chile —al igual que de otras autoridades públicas—, como lamentablemente tantos otros en años recientes, se ha dado en forma poco afortunada, mezclando argumentos válidos e inquietudes atendibles, con lecturas ideológicas y agendas políticas.

Objetivamente, es cierto que las dietas parlamentarias chilenas y los sueldos de algunos cargos del Estado son altos dentro del promedio de la OCDE, que incluye a países más ricos que el nuestro. Existe, por ende, un genuino espacio para discutir la posibilidad de reducirlos. Esto, tanto desde el punto de vista de la asignación eficiente de recursos públicos siempre escasos, como desde una perspectiva ética, ya que es legítimo sostener que un país como el nuestro tiene urgencias sociales que deben anteponerse a las remuneraciones generosas de los servidores públicos.

Sin embargo, esa discusión no puede abstraerse —ni nadie lo ha intentado— del clima ciudadano en el que tiene lugar. Los chilenos, por justificadas razones, están descontentos con muchas instituciones, en especial las de la política. Diversas mediciones registran la desconfianza de la gente en sus autoridades y en sus líderes, unas veces por actuaciones cuestionables, otras debido a su insatisfacción con la provisión de servicios de calidad por parte del Estado en distintos ámbitos (educación, salud, delincuencia, infraestructura, etc).

En ese ambiente, el clamor por bajar los sueldos “de los políticos” se confunde con la promesa de verdaderamente mejorar la política, como si lo segundo fuera automáticamente consecuencia de lo primero. Dado que no es así, la frustración de la ciudadanía no tenderá a bajar, sino lo contrario, ya sea desincentivando aun más la incorporación de individuos talentosos al mundo político, ya sea haciendo de éste una reserva para un reducido grupo de personas económicamente independientes, ya sea atrayendo a otras con menos calificaciones y trayectoria.

Sólo la buena política hará que mejore la política. El debate sobre las dietas debe darse en otro plano.

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