Pragmatismo para dimensionar la crisis

n entrevista con este diario, la consejera del Banco Central Rosanna Costa entregó ayer una mirada del escenario económico que invita a la sobriedad. Ya son conocidas las desalentadoras proyecciones de ésa y otras entidades sobre los efectos de la pandemia en el crecimiento de la economía chilena, el empleo y la inversión este año —también las que hablan de una posible recuperación relativamente rápida en 2021—, pero es bueno recordar que la incertidumbre es tal vez la variable clave. Porque de la duración e intensidad de las medidas de contención y aislamiento —que dependen de cuán pronto se descubra, fabrique y distribuya una vacuna—, depende a su vez la severidad de su impacto económico y la complejidad de las estrategias para superar la crisis.

Así, la consejera ya avizora que las restricciones de cuarentena, con variaciones, posiblemente deban mantenerse hasta el próximo año, lo que supone el desafío de mantener el ímpetu y eficacia de las medidas desplegadas hasta la fecha, así como de continuar ideando otras, quizás más duras, quizás menos convencionales, o ambas cosas. Recordando que el rango y profundidad del riesgo podrían aumentar en caso de una segunda ola de contagios que no es posible descartar.

También es bueno insistir, como recalcó la entrevistada, en que esta crisis tiene raíces distintas a otras anteriores, en general vinculadas al sistema financiero, no a un shock de demanda y producción como el actual. Importa, entonces, saber extraer lecciones de esas experiencias, pero siendo conscientes de que las diferencias con la situación de hoy imponen necesariamente nuevos enfoques.

A su vez, ello supone entender que los enormes esfuerzos que ya han hecho el Estado y las empresas para enfrentar esta crisis —y los sacrificios que han hecho las personas— casi con seguridad no serán suficientes y se requerirán otros adicionales. Sin ese sentido de pragmatismo, que no es pesimismo, salir adelante sólo puede ser más difícil.