Editorial

Presupuesto 2019: ojo con la burocracia

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sta semana debiera conocerse en más detalle el proyecto de presupuesto nacional que el gobierno ingresó al Congreso. Hasta ahora se sabe la distribución general del gasto que plantea el Ejecutivo para cada cartera, así como el propósito general de presentar un presupuesto “austero”, vale decir, el de menor crecimiento del gasto público en los últimos ocho años.

En vista de su evolución en años recientes, el objetivo de contener el aumento del gasto fiscal es bienvenido, como lo es el de restablecer el equilibrio en las cuentas públicas en un plazo de ocho años. Para ese fin es imprescindible que éste y los sucesivos proyectos de presupuestos pongan especial acento en un componente crítico: el costo de la burocracia. Según datos del Centro de Estudios Financieros (CEF) de la Universidad de los Andes, a julio de este año los gastos en burocracia —contratación de personal, compra de bienes y servicios, y otros costos de funcionamiento— explican alrededor de un tercio de los egresos del Fisco.

Que uno de cada tres pesos se destine a burocracia —US$ 18.000 millones en 2017—, y que ese gasto continúe aumentando (al séptimo mes de 2018, los egresos destinados a personal crecieron un 4,8% respecto del mismo período el año pasado), es un mal augurio para la eficiencia de la inversión pública. Si la burocracia aumenta como porcentaje del gasto total, es muy difícil cumplir con la misión de focalizar los recursos públicos en la atención de los más necesitados, objetivamente especialmente urgente para un país en vías de desarrollo como Chile.

También, por cierto, resulta incongruente con el discurso políticamente transversal de preocupación por apoyar a la clase media y atender sus necesidades. Pocas cosas son más conducentes a ese fin que contar con un Estado eficiente que invierte bien sus recursos, pero a la vez pocas conspiran más contra él que la excesiva burocracia.

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