Editorial

Reflexiones sobre Una elección

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a segunda vuelta presidencial concluyó ayer con una amplia victoria para el candidato Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad. La campaña electoral tuvo lugar en un clima políticamente polarizado, muy influido por los resabios del estallido violento de octubre 2019 y el controversial proceso constitucional al que dio inicio. Las posturas disímiles de los candidatos a La Moneda sobre ambos temas fueron una clara línea divisoria en su perfilamiento ante el electorado, que se encontró en las urnas con dos opciones ideológicamente opuestas, y antes dos formas muy distintas de leer los acontecimientos recientes en el país.

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Los votantes apoyaron mayoritariamente a la opción de izquierda, en un gran distanciamiento (si no rechazo) del proyecto político que llevó al actual gobierno al poder hace cuatro años.

Algunas características del nuevo mandatario lo convierten en una novedad en nuestra historia política -por ende, con muchas interrogantes-, al igual que ocurre con la situación del país que le tocará gobernar a partir de marzo próximo.

Con 36 años, será el Presidente más joven que haya tenido Chile, además del más votado. Esa juventud no es, por sí sola, una cualidad (como sostienen sus partidarios) ni tampoco una desventaja (como afirman sus detractores), pero no es un dato irrelevante tratándose de gobernar un país. En lugar de una larga experiencia política o profesional, entonces, el nuevo mandatario deberá poner en juego otros capitales para asumir su compleja misión.

Por otro lado, la coalición que impulsó su candidatura también es nueva, y sin embargo ha logrado colocar a una carta propia en La Moneda. Es un éxito innegable, pero se trata de un colectivo atomizado y heterogéneo, surgido de dinámicas electorales y coincidencias coyunturales, donde no participan los partidos tradicionales de la izquierda que ha dado gobernabilidad al país por tres décadas.

La muy reducida presencia de esos partidos no será contrapeso a la izquierda más dura en la Cámara, donde ésta tendrá mayoría, de modo que la composición más equilibrada del Senado debería funcionar como mecanismo moderador. Esto, en un cuadro político donde abundan pulsiones refundacionales de algunos sectores, al igual que posturas radicales en diversos temas, desde económicos y macroeconómicos, a sociales y políticos.

Tanto como lo anterior, inédita es también la situación del país que recibirá al gobierno de Gabriel Boric. Por un lado, junto con el ya mencionado clima político tensionado -que hace que sean muy bienvenidos los gestos de civismo de ambos candidatos anoche- debe considerarse una crisis económica sin precedentes y una emergencia sanitaria sin horizonte claro de término. El efecto combinado de lo anterior fue crudamente descrito la semana pasada en el IPoM del Banco Central, con muy preocupantes proyecciones de crecimiento, inflación e inversión, acompañadas de una fuerte -pero inevitable- reducción del gasto público, disparado durante la pandemia, con serio riesgo para la sostenibilidad financiera.

Justamente para hacerse cargo de los problemas (y las críticas a su campaña) relacionados con estas materias, el candidato de segunda vuelta se preocupó de dar señales tranquilizadoras a los electores como a los mercados, incorporando a reconocidos técnicos de la ex Concertación a sus asesores económicos, moderando algunas propuestas (en alza de impuestos, por ejemplo), tomando distancia de posturas previas que legitimaban la violencia y de sus aliados del Partido Comunista, e incluso, acercándose a símbolos de chilenidad (como las tradiciones huasas) hasta entonces ajenos a su discurso.

Inevitablemente, una interrogante clave es si el Presidente Boric será más cercano al candidato frenteamplista de primera vuelta o al socialdemócrata de segunda; si el PC (que mantiene posturas antidemocráticas en algunos temas, y contrarias al desarrollo en otros) volverá al rol protagónico que tuvo en primera vuelta; si los técnicos de la ex Concertación serán efectivamente escuchados; si el apoyo a la Convención Constitucional no incluirá formas que le resten calidad y validez a ese proceso; si los compromisos de disciplina fiscal serán respetados.

La ciudadanía y los actores económicos estarán muy atentos a esas señales que reduzcan la incertidumbre, o que la empeoren. Todo indica que el triunfo de la izquierda ayer se debió, en parte muy importante, al grado de rechazo que inspiraba la candidatura rival, que en el plano comunicacional fue asociada a un ideario ultraconservador y de extrema derecha. Por ende, asumir que la victoria de Apruebo Dignidad es una suerte de validación de una agenda de cambio radical para Chile sería un error.

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