Reforma tributaria: la reintegración no es regresiva

 pesar del amplio consenso que existe sobre la necesidad de perfeccionar el sistema tributario, la discusión pre-legislativa de la reforma ha llegado a un punto en que la actitud de la oposición se asemeja mucho al obstruccionismo.

A lo largo de estos ocho meses de tramitación para aprobar la idea de legislar, los partidos de oposición han ido abandonando el análisis técnico en pro de una estrategia de creciente polarización política, volviendo a ciertas lógicas que imperaron a inicios de la administración anterior. De esta forma, pese a que el objetivo central de la reforma tributaria es incentivar la inversión y el ahorro, para lo cual desde el principio se planteó que la integración no sería negociable, ésta se ha vuelto el centro del rechazo opositor, lo que deja al gobierno es una posición muy difícil.

La principal crítica opositora es que la reintegración favorece solamente a los más ricos y, por ende, es regresiva. El argumento es incorrecto, no sólo porque reintegrar favorece a las empresas en general —y además, restablece la equidad tributaria entre el trabajo y el capital—, sino también porque en una economía abierta, un menor impuesto al capital va en beneficio de los trabajadores y consumidores. ¿En qué forma? El mayor retorno al capital incentiva la inversión, lo que aumenta la demanda por trabajo, favoreciendo la ocupación formal y el crecimiento de las remuneraciones. Nuestra propia historia económica es una evidencia clara en este sentido, aunque hay varios otros ejemplos de países en esta dirección.

Lo anterior es un argumento técnico, y en ese ámbito se podrían buscar perfeccionamientos. Sin embargo, mucho del discurso político ya se ha alejado del debate serio, para acercarse a eslóganes simplistas que nada aportan. Podría darse, entonces, que la facción opositora más intransigente le termine propinando una derrota al gobierno, rechazando la idea de legislar, pero con esa estrategia también saldría perdiendo el país.