Rusia ante un muro de sanciones

s imposible saber el costo total que los planificadores rusos han estimado para su guerra contra Ucrania, incluyendo las sanciones económicas que sin duda anticiparon. Tampoco es posible aventurar a esta fecha el destino final de la ofensiva, en medio de reportes de nuevos y más intensos ataques -y de la continuada resistencia ucraniana-, junto a incipientes conversaciones sobre un posible cese al fuego entre Moscú y Kiev.

Sin embargo, es alta la posibilidad de que las repercusiones económicas y financieras de esta guerra en el corto y mediano plazo sean sustanciales para Rusia, y que algunas de ellas sean del todo imprevistas, mientras que en otras el problema sea de grado. Así, el desplome de la moneda y los bonos rusos, el alza al doble de la tasa de interés por parte del Banco Central, y la prohibición de sacar fondos del país se combinan para atizar temores del primer default de Rusia desde 1998.

A ello se suman medidas previstas como el congelamiento de activos rusos en Europa y EEUU, y sanciones de diversa índole contra empresas, organizaciones e individuos, en un esfuerzo coordinado por cortar el acceso ruso al sistema financiero internacional y así dificultar su apuesta bélica; pero sobre todas las reacciones de mayor calado, como el fin de la neutralidad financiera de Suiza para fondos de Rusia, o de la llamada “ambivalencia alemana” respecto de la creciente agresividad de Moscú bajo Vladimir Putin, entre otros.

El amplio rechazo internacional a la guerra -China no vetó la resolución de condena en la ONU- hace cada vez más difícil pensar que ésta puede resolverse de una forma que no sólo satisfaga las demandas inmediatas del Kremlin, sino que además alivie impactos económicos y financieros que podría extenderse más allá de esta crisis puntual, en caso de persistir Rusia en violación del derecho internacional. De ocurrir efectivamente así, sería una potente validación de las sanciones económicas como alternativa eficaz al uso de la fuerza.