Editorial

Terrorismo, la amenaza que no debe volver

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n entrevista con este diario la semana pasada, Belisario Velasco —subsecretario del Interior (1990-1999) y luego ministro de esa cartera (2006-2008)— hizo dos preocupantes aseveraciones en relación con los recientes atentados con bombas en una comisaría y en la oficina de un ex ministro, que dejaron a varios carabineros heridos y que él no duda en calificar de "terroristas".

Por un lado, el ex alto funcionario, cuya experiencia desde el gobierno enfrentando acciones violentas de grupos irregulares en los 90 le da una privilegiada perspectiva para referirse a estas materias, se refiere a un aspecto clave que inquieta a la opinión pública: "Para adelantarse a los hechos se necesita información y lo que yo pienso que lo que le ha faltado a este Gobierno es información, inteligencia que les permita actuar en seguridad con debida anticipación y no con posterioridad".

En efecto, en años recientes varios de estos bombazos han dejado víctimas y daños —en paraderos de micro, estaciones de Metro, cajeros automáticos, etc.—, pero casi ningún responsable identificado ni menos apresado, sólo nombres de supuestas agrupaciones anarquistas tampoco individualizadas. Queda una preocupante sensación de inseguridad e impunidad ante la cual suenan vacías las reiteradas promesas de querellarse contra los responsables o aplicar todo el peso de la ley. En estos casos —como también para enfrentar la violencia en La Araucanía— el trabajo efectivo de inteligencia que ayuda a prevenir los ataques se ha echado en falta. Los anuncios de perfeccionar las atribuciones de la Agencia Nacional de Inteligencia, también reiterados, ya no tranquilizan.

Es clave, por ende, que las autoridades aborden con urgencia —y una efectividad que hasta ahora no se ha visto— esta dimensión del problema, para evitar que la segunda afirmación del exministro se haga realidad: "Mi instinto me dice que vamos a seguir con problemas serios de seguridad en diferentes lugares del país".

El terrorismo, además de su dolorosa secuela de víctimas directas, envenena la convivencia nacional y frena el progreso. El momento de enfrentarlo es ahora.

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