Una elección como ninguna otra

Los anuncios y “palomas” de candidatos en las calles son de las pocas cosas que confieren algo de familiar normalidad a esta última semana de campaña electoral. Chile es un país de larga y sólida tradición democrática; y la propaganda electoral nos recuerda que este fin de fin semana concurriremos nuevamente a las urnas, como muchas veces antes.

Pero lo cierto es que esta no será una elección como otras, ni en el fondo ni en la forma. Y si es verdad que la democracia, para ser fuerte y saludable, necesita del activo compromiso de sus ciudadanos, entonces a los chilenos se les presentan un desafío y una oportunidad probablemente históricos.

Sólo la variedad de cargos a elegir lo convierte en un proceso inédito: concejales, alcaldes, gobernadores regionales, y convencionales constituyentes. Pero no solamente es el número lo que marca la diferencia, sino el hecho de que dos de estos cargos -gobernador y convencional- son una novedad en nuestra historia republicana. Se justifica, por cierto, hablar de una “mega-elección”.

Por sí solo, eso ya representaría un reto importante para el votante informado. Pero a ello se agregan problemas derivados de nuestra discusión política (o falta de ella).

Por una parte, hasta hoy las verdaderas atribuciones que tendrán los gobernadores, y el rol efectivo que deberán cumplir en el sistema institucional, no están del todo claros. Por otra parte, sobre la convención constitucional pesa el hecho de haber surgido como respuesta a una crisis política y de orden público -por ende, en muchos sentidos improvisada-, lo que pone sobre ella una interrogante crucial: ¿son realmente conscientes los electores de lo que es, y de lo puede hacer (o no), una Constitución? ¿O son presa de la ilusión de que una nueva carta fundamental puede resolver por sí sola los grandes temas que enfrentan el país y su desarrollo?

Aunque una semana es poco tiempo, no es tarde para que los candidatos y la clase política den señales de la altura cívica que el momento amerita.