Una idea auspiciosa para La Araucanía

a lógica con la que se desarrollan los eventos 3Xi -una metodología de trabajo bajo el lema “Inspirarnos, Incluirnos, Innovarnos”- bien podría ser uno de los eslabones faltantes en los intentos realizados hasta ahora para abordar la conflictividad en La Araucanía, donde próximamente se concretará uno de estos encuentros. Se trata, como resumió un organizador, “de juntar pares improbables, personas de acción que en general no se conocen”, para que ese mutuo conocimiento entre actores diversos pueda ser la base de un diálogo fructífero y, tal vez, de un posible entendimiento más adelante.

Es cierto que en la situación de violencia recurrente que vive esa región subyace, por distintos factores, un rotundo fracaso del Estado. La indefensión de las víctimas y la virtual impunidad de los responsables, unidas a la reiteración e intensificación de los ataques a lo largo de dos décadas, representan un vacío en el Estado de derecho que sucesivos gobiernos han sido incapaces de colmar.

Pero también resulta evidente que, en torno a este tema, el clima social de La Araucanía está marcado por la desconfianza entre actores que podrían jugar un rol constructivo en el debate de posibles enfoques y soluciones. Esa atmósfera no puede ser conducente a una discusión desapasionada de los problemas y la mejor forma de superarlos. De ahí que parezca auspiciosa la idea de reunir, en el marco de una cita 3Xi, a autoridades, políticos, líderes sociales, representantes mapuches y empresarios. Ello podría, efectivamente, propiciar acercamientos y limar asperezas entre los asistentes, en la medida que ése sea el espíritu con el que concurren a la cita.

Desde luego, ningún esfuerzo de diálogo, por bienintencionado que sea, será provechoso si no entiende como piso mínimo el absoluto rechazo a toda forma de violencia —sin importar la reivindicación que esgrima— y el deber de reparar a las víctimas. Sobre estas dos condiciones, cabe desear el mejor de los éxitos a esta prometedora iniciativa.