Reportajes

Ascanio Cavallo: "Las redes sociales están cumpliendo un papel fascista"

Para el periodista y analista político, ya es hora de regular plataformas como Facebook o WhatsApp.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 7 de febrero de 2020 a las 04:00 hrs.
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Columnista, escritor, académico, analista político y socio de Tironi y Asociados, Ascanio Cavallo es miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua y, primero que todo lo anterior, periodista de la Universidad de Chile. Es la razón por la que observa preocupado un fenómeno que comienza a asomarse hace un tiempo, pero que ha quedado cristalizado desde la crisis: la sociedad chilena usa preferentemente redes sociales como WhatsApp y Facebook para seguir noticias y mantenerse informado. De acuerdo a una encuesta encargada por la Asociación de Mujeres Periodistas, la principal forma de información en las revueltas fue Facebook. Mientras, los medios de comunicación profesionales –de acuerdo a la encuesta CEP– han sufrido una baja considerable en la confianza, sobre todo la televisión. La baja en la credibilidad ha pegado tanto a los medios como al resto de las instituciones.

Para Cavallo, "no era inevitable que la credibilidad de los medios de comunicación se desplomara".

–Entonces, ¿por qué ocurrió?
–Existen, a mi juicio, dos explicaciones. Una está en los propios medios. La autocrítica que hay que hacerse es que a todos nos pilló –aparte de sorpresa– con equipos poco preparados para enfrentar un cataclismo de esta magnitud. Es lo que le ocurrió a la televisión. Como a otras instituciones, el 18-O la encontró con la tormenta perfecta: debilidad financiera, gente con poca experiencia, equipos debilitados y con un problema de inseguridad. Noto que los medios han estado asustados y estuvieron asustados en los días de octubre, no solo porque sufrieron agresiones, sino porque no sabían cómo cubrir y terminaron derivando hacia una cosa que Eliana Rozas ha descrito muy bien: el periodismo de dron.

–¿Periodismo de dron?
–Es una muy buena figura. Es la cobertura que va por arriba, evitando entrar a la multitud. A este escenario se suma otro factor: la cantidad de despidos y cierres de medios es un elemento de clima que empieza a afectar el ejercicio del periodismo. Pero no es algo que haya que mirar solo desde la perspectiva de la pérdida de fuentes de trabajo, que es el peor enfoque, sino desde otro punto de vista: se comienza a instalar la sensación de que se desmorona el sistema que constituía la intermediación entre la comunidad y el poder.

–Y eso, ¿le parece grave?
-Igual de grave que si se desmoronara el Congreso.

La "verdad"
–Pero este lugar común de que los medios no dicen la verdad es mucho más antiguo que el 18-O...
–Mucho más antiguo y se explica en parte porque hemos tenido una pedagogía respecto de los medios muy perversa. No entiendo en qué momento aceptamos los periodistas que un ramo de colegio que se llamaba castellano pasara a llamarse lenguaje y, en seguida, lenguaje y comunicación. Los que supuestamente enseñan los mecanismos de comunicación son profesores que no tienen idea y que tienen, más bien, los prejuicios torpes de la gente menos informada: que los medios son básicamente un instrumento de manipulación de las conciencias. La realidad es muchísimo más compleja. A esto se suma un discurso público de los periodistas también muy perverso y equívoco: hemos estado durante 30 años peleándonos por los oligopolios o duopolios sin advertir que esto se estaba perforando por debajo.

-¿Cree que los medios han cumplido con la sociedad en las últimas décadas?
–Casi todo lo que sabe hoy la sociedad –los escándalos políticos y empresariales, por ejemplo– ha salido a través de los medios. Y gracias a los medios.

–Y en este contexto es que se produce la sustitución que viene ocurriendo en el mundo entero de los medios por las redes sociales.
–Es lo que muestran las encuestas: que hubo un desplazamiento en la credibilidad y la confianza desde los medios profesionales a las redes digitales, que no son medios de comunicación, sino conversacionales.

–¿Por qué se declara tan preocupado por este asunto?
–Me preocupa mucho porque los que somos periodistas tenemos la obsesión de que la libertad de expresión y la prensa libre son un pilar de la democracia. Eso me lo metieron en la sangre, no lo digo de la boca para fuera. Dicho eso: si llegamos a una definición institucional tan importante como puede ser el plebiscito del 26 de abril con los medios así de debilitados, vamos a tener la información transferida –como ha ocurrido en estos tres meses– a las redes. Y las redes no son medios, reitero. Ese es el problema. Pero están vistos por la gente como medios.

Cavallo toma una pausa y señala: "Creo que llegó la hora de empezar a combatir a las redes".

–¿En qué sentido?
–En el siguiente: los periodistas hemos sido formados en la idea de que somos el rostro visible de la libertad de expresión, que transmitimos lo que la opinión pública piensa y que lo tratamos de hacer sin censura. Pero todos hemos aceptado durante 100 años que necesitamos ciertas leyes. Ningún periodista que yo conozca está contra las leyes de injuria o de calumnia. Tenemos códigos de ética, hemos tratado de autorregularnos. Hemos aceptado un conjunto de reglas como las tienen todos los profesionales, los médicos, los abogados, etcétera. Y en las redes, nada. Si un diario llama a funar a un juez y publica su dirección particular, se gana una nube de querellas. ¿Y eso se puede hacer en las redes con toda impunidad, con anonimato, con seudónimos? No, eso se llama dictadura de las redes. Hay que detenerla. Y no lo digo sólo yo: vea a Yuval Noah Harari.

–¿Es posible siquiera controlar las redes?
–Parece imposible, pero no lo es. Se requiere voluntad política. No veo por qué vamos a permitir que un instrumento como el celular se transforme en el intermediario que hemos sido los medios, además utilizándonos. Porque en el mundo de las redes se produce la confusión entre el contenido profesional y los aficionados. Uno de los resultados espantosos de las encuestas recientes –como la de UDP-Feedback– es que la gente cree que las fake news vienen de la televisión abierta. Y estamos en un problema, porque no tengo ninguna duda de que la televisión chilena no inventó nada durante el estallido.

Libertad de expresión
–Usted en T13 Radio hablaba hace unas semanas de que hacer información –a diferencia de lo que se puede pensar– es muy difícil...
–Me causa gracia que haya mucha gente joven –niños, adolescentes, posadolescentes, adolescentes tardíos– que crea que es entretenido hacer noticias, prensa y medios. Y que les resulte fascinante. Pero no tienen noción de que esto es un proceso profesional complejo que después se complementa con experiencia, estudios y análisis. No es que a la primera descubras cómo hacer información: te demoras bastante. Y la liviandad con que algunos construyen sus seudo-medios intentando empatar a los medios profesionales, es bien escalofriante. Siempre ha ocurrido que la gente haga diarios murales, pero claro, no tenían este alcance. Y si lo hubieran tenido, todos nos habríamos preocupado.

–¿No es contradictorio defender la libertad de expresión y al mismo tiempo pensar en hacerle frente a las redes?
–Sí, y eso me carga. Lo siento, pero es necesario. Yo acepto que mi libertad de expresión profesional tiene el límite de que no puedo amenazar a nadie, por ejemplo. Pero, ¿por qué se puede amenazar hasta de asesinato a través de unas redes que, además, sí son monopólicas? Y nadie lo dice. Los que hablaron del duopolio en los 90 no hablan del monopolio que está detrás de esto. Y me sorprende, porque estos sí que son grandes [Facebook y WhatsApp, que son la misma empresa]. Son mundiales. Y sus controladores no son millonarios, sino hipermillonarios.

–Parece como un intento de tapar el sol con un dedo tratar de controlar las redes que, por esencia, son incontrolables.
–Es verdad y me produce una inmensa contradicción. Pero todos los especialistas con que he hablado últimamente –y yo no lo soy– han llegado a la conclusión de que un sistema de redes sin regulación es inviable. Es la discusión que se tiene hoy en Europa, donde notan que finalmente hay una forma nueva de imperialismo y donde están concluyendo que es necesario hacer algo. No terminarlas, claro, pero hacer algo. Porque no es posible que haya un sistema donde se pueda decir cualquier cosa con total impunidad. No conozco un medio profesional que haya amenazado de muerte a un ministro del Interior en ninguna parte del mundo, pero aquí se ha hecho a través de las redes. Y lo mismo con los periodistas.

–¿Le concede importancia a las amenazas a través de las redes?
-Le atribuido importancia a las amenazas, porque me ha parecido siempre que son parte del oficio, pero es nuevo que te vayan a gritar cosas a tu lugar de trabajo o te funen. Bueno, no tan nuevo: también hacía eso la CNI. También te iba a funar. Dicho de otro modo: las redes sociales están cumpliendo un papel fascista. Esa es la verdad. Pequeños grupos, al modo de las montoneras, organizados para hostigar, amenazar y evitar que la gente discrepe y, en el caso de los periodistas, que digan lo que no les gusta. Hay una fascistización de la vida cotidiana derivada de las redes, y es la razón por la que no creo que nos podemos hacer más los tontos frente a la necesidad de regulación. Los componentes monopólico, desregulado e impune son cosas que vamos a tener que enfrentar.

–¿Le reconoce atributos a las redes, como las ilusiones de democratización?
–Es cierto que se trata de un espacio libre, ¿no? Y tiene inmensas virtudes para la comunicación interpersonal. Pero hay también un efecto negativo que hay que controlar, atenuar y demarcar. Si no controlamos las redes, los medios de comunicación profesionales van a desaparecer. Y la lógica indica que la gente necesita información en la que pueda creer. De cara a los procesos que vienen en Chile –todos tan delicados, que dependen tanto de la opinión plural, en medio de un proceso de polarización galopante–, los únicos que pueden ofrecer información segura para tomar una posición razonada son los medios profesionales. No es ni Facebook ni WhatsApp, porque en estos espacios solo te escuchas a ti mismo.

–¿No está usted con todo esto defendiendo los intereses corporativos del gremio? Se lo reprocharán en Twitter.
-Si quieren lo toman así. Lo que importa es que el oficio de informar –profesional, desarrollado, inteligente– es fundamental en las sociedades democráticas. Y los periodistas nos hemos pasado en autocríticas durante años, sin mirar que tenemos en frente una amenaza más peligrosa que las dictaduras.

 

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