CAMBIO DE MANDO EN ARGENTINA

La doctrina Ribera

Trata de no viajar cuando lo hace el presidente, con el que tiene línea directa, sin intermediarios del Segundo Piso. Ha “des-venezuelizado” el ministerio de RR.EE.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 30 de agosto de 2019 a las 04:00 hrs.
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Foto: Viviana Urra Minrel
Foto: Viviana Urra Minrel

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A las 6:25 de la mañana del domingo, sonó el teléfono del ministro de Relaciones Exteriores, Teodoro Ribera. Era el presidente Sebastián Piñera, que le solicitaba desde Biarritz con urgencia contactar a los cancilleres de Latinoamérica con territorio amazónico y echar a andar la máquina del ministerio chileno para cumplir con lo encargado por el mandatario francés, Emmanuel Macron, en el marco del G7: que Chile coordinase la ayuda ante la emergencia.

En las siguientes horas y días, desde la Cancillería en paralelo se trabajaría con absoluto sigilo para lograr concretar la visita del miércoles por la mañana de Piñera a Brasil –donde se reunió con Bolsonaro– y a Paraguay. Las paradas del presidente a su regreso a Chile no fueron informadas sino hasta última hora, con un método secretista que hizo recordar otra operación en la que estuvo involucrado el ministerio hace algunos días: la extradición a Chile de Mauricio Hernández Norambuena, que también se mantuvo en reserva todo lo posible. Se trataría del regreso del viejo estilo de hacer política de la Cancillería –la negociación silenciosa, pero eficaz– que parece haber llegado de la mano del nuevo ministro.

Un leve sabor a revancha

En el oficialismo cuentan que el abogado Ribera –nacido en Temuco en 1958– estaba prácticamente listo para liderar el ministerio de Relaciones Exteriores en el primer gobierno de Sebastián Piñera. El presidente, sin embargo, cambió de planes a último minuto y se decidió por Alfredo Moreno.

La llegada del constitucionalista de RN a Teatinos 180 el pasado 13 de junio, por lo tanto, tuvo un leve sabor a revancha. Es un ministerio que a Ribera le gusta y conoce bien: fue asesor de la embajada de Chile en Bonn a fines de los 80 –donde estableció amistad con su antecesor en el ministerio, el escritor Roberto Ampuero– y cuando fue diputado entre 1990 y 1998 integró constantemente la comisión de Relaciones Exteriores. En la Cancillería lo observan contento, entusiasmado.

Se le ha visto varias veces comiendo en el casino con los funcionarios, subiendo por escalera los 15 pisos y utilizando el primer ascensor que está disponible y no el desocupado que se le suele ofrecer en la Cancillería a los ministros. Ribera tiene un carácter pragmático que parece encajar perfectamente con un presidente decidido a convertirse en un líder regional.

En el ministerio de Relaciones Exteriores, de hecho, indican que existe la "doctrina Ribera": el ministro no viaja cuando viaja el presidente, a no ser que sea estrictamente necesario. O van a lugares distintos. Cuando el mandatario llegó a fines de junio a Osaka para participar del G20, por ejemplo, el canciller se fue a Colombia para la asamblea de la OEA, su primera actividad fuera del país. Evitan subirse dos acelerados al mismo bote, según indican en broma en el MINREL.

Las señales

Ribera tomó un ministerio golpeado por la oposición y tensionado con La Moneda, donde existían críticas internas a Roberto Ampuero y su capacidad para dirigir las Relaciones Exteriores. En sus primeras horas en el cargo –hace nueve semanas– el actual ministro entró algunas señales importantes. Se reunió con los ex cancilleres Heraldo Muñoz y José Miguel Insulza. Almorzó en La Moneda con el presidente, como muestra de que la relación con el Jefe de Estado será directa y no pasará necesariamente por el Segundo Piso (de hecho, en la Cancillería se señala que el asesor Benjamín Salas tiene considerablemente menos presencia en Teatinos 180 que durante la gestión anterior). Una tercera señal: visitó prontamente el Congreso, un lugar en donde Ribera se mueve con soltura, debido a su labor parlamentaria durante ocho años. De hecho, conoce hace mucho a los dos presidentes de comisiones de Relaciones Exteriores, Jaime Naranjo (de la Cámara de Diputados) y el propio Insulza (del Senado).

Ribera tiene un estilo ejecutivo y práctico. Acostumbra a hacer videoconferencias con las embajadas chilenas en el extranjero y en las reuniones convoca a funcionarios de grados diversos y realiza una petición expresa: todos deben hablar, se puede cambiar de opinión y decide el ministro.

En la Cancillería dicen que es una estrategia para que todos se sientan partícipe de las decisiones que se toman y, de paso, se eviten las filtraciones. En el ministerio, el abogado de la Universidad de Chile tiene un equipo de cuatro asesores de confianza: Luis Hernán Granier (su jefe de gabinete en el Ministerio de Justicia), Juan Eduardo Burgos (diplomático de carrera, ex embajador), Roberto Ruiz (diplomático de carrera, ex director de Planificación Estratégica de la Cancillería) y Ricardo Alt, que lo asesora en la parte comunicacional.

Pero quizá el centro de la gestión de Ribera tiene que relación con la "des-venezuelización" de la Cancillería, en contraposición a la época de Ampuero, en que la crisis de Venezuela se transformó en una prioridad. En el ministerio informan que el actual ministro tiene una visión crítica de lo que ocurrió en Cúcuta y que la Cancillería debería haber impedido la presencia del presidente. Es parte del estilo Ribera: pone las cartas sobre la mesa para que el mandatario decida –finalmente tiene él el mando de las Relaciones Exteriores–, pero se ocupa de anticiparle los escenarios, los pro y contra.

El canciller encaja bien con Piñera y sus desafíos internacionales. En parte, porque sabe que el poder va y viene. En diciembre de 2012, renunció a su cargo de ministro de Justicia –luego de un año y medio en la cartera– luego de cuestionamientos por los correos electrónicos que intercambió con el ex presidente del CNA que se encontraba siendo investigado por soborno, cohecho y lavado de dinero. "Una persona que no aprende del pasado es una persona que nunca va a mirar con mayor seguridad el futuro", dijo Ribera en junio al ser consultado por el episodio.

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