Reportajes

Sofía Correa Sutil: “Al salir de la pandemia aparecerá un Estado mucho más poderoso, no sólo en la economía”

La historiadora señala que “es probable que del temor a la fragilidad y a la precariedad, surja el anhelo de confiar en una figura poderosa”.

Por: Rocio Montes | Publicado: Viernes 15 de mayo de 2020 a las 04:00 hrs.
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La historiadora Sofía Correa Sutil hace un alto en sus actividades académicas –realiza a diario clases por Zoom a sus estudiantes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile– para compartir algunas de sus reflexiones sobre el momento que vive el planeta. "Es complicado hablar del futuro en medio de este encierro de casi toda la humanidad", advierte la doctora de la Universidad de Oxford, autora de obras de referencia como "Historia del siglo XX chileno: Balance paradojal" (2001). "No es ninguna novedad, casi un lugar común, señalar que la pandemia que estamos viviendo marcará un antes y un después en la historia del mundo entero. Algunos cambios profundos que se estaban produciendo en las sociedades se acentuarán, otros aparecerán con fuerza por primera vez", opina desde su casa en Providencia.

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–Una pregunta frecuente apunta a lo que ocurrirá luego de la crisis sanitaria...

–Al haber mirado la muerte cara a cara, no sabemos cuánto ni cómo cambiarán las sociedades más desarrolladas construidas en la autoconfianza de las capacidades humanas. No sabemos si al salir de la pandemia esta autoconfianza se acentuará –dado que el final de la pesadilla sólo podrá venir con el descubrimiento de una vacuna eficaz–, o si, por el contrario, el haber experimentado tan de cerca la fragilidad humana traerá una vuelta muy vital hacia las grandes religiones, como el cristianismo y el islam, por ejemplo. Es curioso que no se haya escuchado decir que esta pandemia es un castigo de Dios, pero que sí se haya afirmado que es un castigo de la naturaleza.

–¿Es un fenómeno nuevo?

–La deificación de la naturaleza es un proceso que se venía dando desde hacía un tiempo (expresándose recientemente en el escándalo del cambio climático), rompiendo una milenaria concepción de la relación entre el ser humano y su entorno natural, en base a la dominación y control. Se ha escuchado decir que con esta pandemia la naturaleza ha vuelto por sus fueros, así es que los animales se han tomado las ciudades. Se ha dicho que, ante el feliz retorno de la naturaleza, el verdadero virus son los humanos. No queda más que pensar que se está proponiendo el exterminio de parte de la humanidad, aunque aún no se haya definido qué parte sería la destinada a la destrucción. Así podríamos tener una Venecia sin seres humanos, pero con delfines y cisnes.

–Hemos visto las urbes desiertas...

–Las ciudades abandonadas, sin vida humana, con sus edificios solitarios, sus iglesias, bibliotecas, museos y universidades cerradas. Las grandes capitales del mundo, donde bullía la actividad, el apremio o la alegría de millones de personas, han mostrado el abandono de los espacios comunes, del espacio público. Cada cual ha debido refugiarse en su pequeño, a veces pequeñísimo espacio privado, y de ese modo ha privatizado su vida hasta el extremo.

–¿Será permanente esta privatización de la vida?

–Ha quedado en evidencia la necesidad de volver a socializar, a convivir en el espacio común cotidianamente, de romper el encierro, y ello se ha expresado en formas de cultura popular y de arte docto, como nos lo han mostrado esas imágenes de los vecinos de Roma cantando en los balcones o del concierto en Semana Santa de Bocelli en el Duomo de Milán vacío. El espíritu humano es capaz de superar las situaciones límites. Sin embargo, por otra parte, las paradojas que nos dejará esta pandemia involucran una percepción del otro, con el cual se convive en el espacio público, también como un peligro.

–La gente que cruza la vereda para no toparse con nadie en el camino, por ejemplo.

–Es que de las cuestiones más duras que ha instalado este tiempo de contagios y encierros, es la percepción de las otras personas como portadoras de una amenaza mortal. El temor introduce la necesidad de blindarse para neutralizar el encuentro, instalar la mascarilla y sobre ella el yelmo plástico cual caballero medieval listo para el encuentro mortal. Por eso, incluso se le ha dicho asesino a quien no porte el artefacto.

–¿El temor al otro, la desconfianza, la necesidad de blindarse, permanecerán como formas de relaciones interpersonales? ¿Será un mundo más individualista o más solidario?

–Difícil saberlo. Es muy probable que la tensión entre lo privado y lo público se haga presente.

Y se expresará primeramente en la redefinición del rol del Estado. Al salir de la pandemia, aparecerá un Estado mucho más poderoso, no sólo en la economía, sino hasta en la cotidianeidad personal.

–¿Se refiere al debate sobre la privacidad?

–Sabemos que una aplicación en el celular permite a los agentes estatales conocer todos los movimientos de las personas y saber hasta con quienes estuvieron cerca, incluso en el transporte público (¡cómo lo hubiesen querido disponer los regímenes totalitarios que dominaron en el siglo XX!). El mundo despertará tan empobrecido de la pandemia, habrá tanto desempleo y carencias básicas que es de imaginar que el Estado en cada nación ampliará su esfera de acción y tendrá que financiar sus nuevas tareas con mayores cargas tributarias.

–¿Será un mundo con mayores grados de autoritarismo? ¿Más nacionalista o más internacionalizado?

–También es difícil saberlo. Dependerá de cuestiones estructurales, modos de sentir compartidos y también de la voluntad e inteligencia que puedan tener los líderes que dirijan los nuevos tiempos, sean hombres o sean mujeres. Tendrán que ser quienes logren ver más allá de la superficie, más allá de la discusión circunstancial e inconducente que se dará seguramente sobre cuál fue el modelo político-social más exitoso para enfrentar el virus.

–¿Será quizá una humanidad más temerosa?

–Es probable que las personas despierten de esta pesadilla con un profundo sentimiento de temor. Así como durante meses, muchos meses, se ha vivido con el temor a la muerte, a la falta de respiradores, a que se tenga que disponer de la vida de unos u otros, a enfermarse, así también se instalará el temor a la falta de trabajo, a la precariedad, a no poder subsistir y sostener una familia, a no poder dar seguridades a los más débiles, niños y ancianos. Es probable que del temor a la fragilidad y a la precariedad, surja el anhelo de confiar en una figura poderosa, capaz de cobijar en medio del temor, de acoger y resolver. Más todavía si los lazos sociales de las comunidades nacionales se debilitan en vez de fortalecerse después de la pandemia.

–¿Se abrirá paso un nuevo ciclo político?

–Podríamos estar a las puertas de un nuevo ciclo político. En el mundo, en Chile, en todas partes. Con variaciones locales, matices y expresiones diversas.

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