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Edición 29 años | El gran reto de la filantropía en Chile: simplificar la legislación

Expertos señalan que hay un cambio de paradigma en la forma de donar, ya no son sólo las grandes familias con patrimonio las protagonistas, sino que hoy hay líderes, que sin contar con recursos, son capaces de convocar a otros.     por alejandra Rivera

Por: Alejandra Rivera | Publicado: Lunes 13 de noviembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Recientemente un informe del Banco Mundial evidenció que la pobreza en Chile pasó de 0,9% de la población en 2013 a 1,3% en 2015, lo que en la práctica significa que 234.083 personas malviven con US$ 1,9 (poco más de $ 1.000) al día, lo que da cuenta de la gran desigualdad que existe en el país.

En Chile, la mayor parte del empresariado tiene clara esta situación y muchas familias y personas naturales donan tiempo y dinero a la filantropía, definida como “amor al género humano”, en forma desinteresada y la mayor parte de las veces en el anonimato.

El tema está cobrando relevancia, sobre todo porque la meta de lograr un país desarrollado en el mediano plazo sigue siendo esquiva. Y por lo mismo, se está tomando la agenda no sólo de las autoridades y empresarios, sino también la de académicos, prueba de ello es que en septiembre y octubre pasado se publicaron dos libros que buscan caracterizar las donaciones en Chile: “Sociedad en Acción”, de Ignacio Irarrázaval y Paula Streeter, del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica (UC), y “Filantropía y donaciones en Chile: pasado, presente y futuro”, de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile.

El académico y director del Centro de Políticas Públicas UC, Ignacio Irarrázaval, comenta que la filantropía para un país en vías de desarrollo, como el nuestro, es clave porque permite agregar miradas, pues el país no sólo lo construye el Estado o las empresas, sino las personas que se agrupan en torno a estas causas y que pueden aportar otras perspectivas, como innovación y creatividad.

Dice que la filantropía ha aumentado en los últimos años, y que desde 2010 en adelante, de acuerdo a la Ley de Donaciones, tanto el número de donantes como los montos han crecido, la que hoy representa el 1,2% del PIB. Un alza que explica por “el crecimiento, el terremoto de ese año y la modificación de la Ley de Donaciones Sociales, que permitió que personas naturales recibieran beneficios tributarios”.

A 2015, las donaciones registradas ante el Servicio de Impuestos Internos (SII) alcanzaron los US$ 250 millones anuales provenientes de 60.805 donantes. De ellos, la mayoría son personas, aunque la recaudación se da principalmente por el aporte de empresas, consigna el estudio “Sociedad en Acción”.

Irarrázaval comenta que hay que diferenciar la filantropía de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), las que se complementan pero no son lo mismo.

“La filantropía es un acto de dar tiempo, patrimonio y recursos, sin esperar recompensa alguna, con un objetivo como mejorar el acceso a la cultura o a la salud. La RSE, que es bienvenida, busca el posicionamiento de marca, es una actividad distinta”, explica.

Donación de recursos

Las familias de gran patrimonio han pasado de una política de caridad -que imperaba en el siglo pasado-, a una de donaciones en torno a un propósito, explica la directora del Centro de Filantropía e Inversiones Sociales, Cefis, de la Universidad Adolfo Ibáñez, Magdalena Aninat, de ahí que la mayoría opte por entregar recursos a áreas que le interesan.

El Mapeo de Filantropía e Inversiones Sociales del Cefis identifica cinco tipos de donantes en el país: empresarios, fundaciones, inversionistas, empresas y ciudadanos, grupos que funcionan con sus propias dinámicas, ya sea donando patrimonio, recursos o tiempo.

En la última década, indica Aninat, se contabilizan unas 70 familias de gran patrimonio que impulsadas por los family office, donde administran su dinero personal, se han planteado la pregunta de cómo contribuir a la sociedad.

En el grupo de los empresarios, por ejemplo, el 43,2% dona por un “deber moral”, para devolver la mano a la sociedad, le sigue de lejos la “tradición familiar de donar” con 15,4%, y el grueso, elige sectores como educación, cultura y pobreza para dirigir sus esfuerzos. De ellos, el 28% dona a través de una fundación propia, de familiares o terceros.

Entre las familias filántropas activas que han apostado por entidades propias en educación y cultura se cuentan los Saieh (CorpArtes), Cueto-Plaza (Colunga), Cortés-Solari (Caserta), Yaconi y Santa Cruz (Fundación Plaza Mulato Gil de Castro), Schiess Schmitz (Teatro del Lago), Angelini (Fundación Educacional Arauco), Piñera Morel (Fundación Futuro), Familia Ibáñez (Fundación Ibáñez Atkinson), por nombrar algunas.

Filántropos del tiempo

La filantropía no se agota en la donación de recursos de las familias con patrimonio.

Magdalena Aninat señala que por mucho tiempo ha habido una brecha entre los empresarios que están buscando rentabilidad y eficiencia para ser competitivos en el mercado, y por otro, el mundo social, y ambos se han ido distanciando. En este espacio intermedio están surgiendo personas, que conocen muy bien las necesidades sociales, pero que también adoptan las mejores prácticas empresariales, para crear entidades con o sin fines de lucro, que buscan acortar las brechas desde la eficiencia.

“Tenemos grandes líderes que movilizan actores y donantes y es interesante que más jóvenes estén vinculados a las empresas sociales, pasaron los límites y crearon organizaciones que son mixtas, son personas que están pensando en el cambio social que es lo que los mueve, pero con una lógica más empresarial. Como TECHO, o líderes como Tomás Recart de Enseña Chile, o emprendedores sociales que están generando organizaciones para los desafíos actuales que quieren ser eficientes en su organización, pero que buscan lograr resultados”, afirma.

Una visión que comparte Alfredo Moreno, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) y ex director de Fundación Teletón, quien durante la presentación del libro “Filantropía y donaciones en Chile” acuñó el concepto de “filántropos del tiempo” para referirse a los emprendedores sociales que “ven un problema y piensan que los pobres no pueden esperar, como dijo el Papa Juan Pablo II, a que surja una mejor ley y hacen un llamado social y consiguen fondos para hacerlo y se hacen responsables”, dice.

Más aún, argumenta que para donar tiempo no se requiere de recursos ni de contactos, sólo de convicción.

Hacia una ley única

Aninat señala que el sistema de incentivos tributarios para las donaciones por una parte es muy generoso, y por otra es muy engorroso, porque está dividido y separado en varios cuerpos legales.

“Hay alrededor de 50 que hablan de donaciones, pero los relevantes son nueve. Y eso pone un desafío, un costo a la donación asociado al entendimiento del cuerpo legal, pues si quiero donar al medio ambiente no tengo un incentivo, mientras que en cultura es muy generoso, pero también muy engorroso”, sostiene.

Plantea que falta simplificar el sistema, que incentive la participación de distintos tipos de donantes, no sólo de las grandes compañías, sino también de las pequeñas y medianas empresas.

Respecto de las fundaciones filantrópicas que tienen un capital para ayudar a otros, dice “que han crecido mucho, especialmente las ligadas a familias de empresas”, por ello opina que sería interesante que se les facilite crear “endowment” (donación de fondos o bienes con la condición de ser invertidos, de manera que el fondo principal permanezca intacto), para que puedan crecer y mantenerse en el tiempo, tal como ocurre con las fundaciones de los grandes filántropos en Estados Unidos -Ford, Rockefeller o Bill Gates-, las que pueden desarrollar proyectos de largo plazo.

Irarrázaval tiene un diagnóstico similar, leyes generosas pero engorrosas en límites, condiciones y requisitos. Advierte que si bien hay un cambio a partir de 2014, sólo un tercio de los donantes registrados por el SII, se acogía a los créditos tributarios que la ley les otorgaba, debido a “la complejidad del uso y las aprensiones ante una posible sobre fiscalización por parte del SII”.

Dice que a pesar de haber siete leyes de donaciones, hay ciertos ámbitos del quehacer de la filantropía o del interés público que no están cubiertos, como la sustentabilidad ambiental y otros. Por ello, propone “permitir donaciones a todas las organizaciones que cumplan ciertos requisitos formales más allá de sus ámbitos de trabajo”.

Si bien la mayoría de las leyes permiten la donación de personas naturales, su utilización ha sido compleja. “Al igual que en otros países es deseable facilitar a las personas naturales a que contribuyan más a las donaciones y filantropía”.

Para hacer frente a estas falencias propone reflotar la “Ley única de donaciones”, un proyecto de ley que se presentó al final del gobierno de Sebastián Piñera y que “busca homologar los beneficios de todas las leyes, hacerlos más simples y considerar a todos los ámbitos de acción de la sociedad civil”.

Y algo más simple, sería ampliar los beneficios de la Ley de Rentas Municipales a personas naturales, afirma.

La visión de las fundaciones

Cecilia Bravo, directora ejecutiva de la Fundación Mulato Gil de Castro, comenta que ésta se financia por “endowment”, que asegura los gastos de operación, además de aportes de terceros y autogestión y plantea que el principal desafío es lograr el financiamiento compartido de largo plazo. “Del presupuesto de 2017, el 57% proviene del endowment, 9% de fondos públicos, 17% autogenerados, con arriendos de espacios, entradas o visitas guiadas y 17% contribución de empresas”, afirma.

La Fundación CorpArtes, explica su directora ejecutiva, Francisca Lorenzano, requiere un presupuesto anual de $ 2 mil millones sólo para gastos administrativos, los que son aportados por la familia Saieh.

Afirma que la venta de ticket no financia ni un tercio de lo que cuesta traer grandes espectáculos y los aportes que reciben cubren un 20% de la programación. “El desafío es que se reconozca el rol público que ejercen estas instituciones y aumentar las donaciones de personas naturales, del Estado y de organizaciones”, afirma.

Las donaciones están creciendo por sobre el PIB, pero también el voluntariado y el liderazgo social. En este escenario, la simplificación de la ley de donaciones en un cuerpo legal único y menos burocrático, en la práctica, sin duda impulsaría la filantropía a causas diversas, no sólo a educación, cultura y pobreza, sino a otras donde todavía, como sociedad estamos al debe.

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